Wednesday, 15 June 2011

JULIETA

Ella que de vez en cuando, sonrisa de brisa, garbanzo adecuado y poste de luz. Se descorchaba la soledad en botellas violentas, en pájaros usados, en batallas que perder. Los cuentos de Canterbury parecía infinitos y sin embargo el corte de respiración anunciaba el naufragio cada quince días, los autos de choque sin parabrisas ni aceleración, el alud de saliva, el garabato de carmín. Cada vez que se iba me ponía en la rodilla la prótesis de incendio, el abanico cerebral. La casa se quedaba vacía de oro, incienso y mirra. Las células de su piel carecían de pormenor. El beso quedaba asociado al calor de sus anginas el cual tenía que ver con la metalurgia y el pozo sin fondo, con la claudicación. Hacía falta echar cal viva para olvidarla

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