Saturday, 30 April 2011

EL BALANCE DE ALICIA

El incendio ese que se suponía tenía que haber pasado, aquí, no en el cuarto de estar sino al filo de tu mejilla, y que mire usted donde las dan las toman, y el carro de la compra, yogures coleccionables, con el cuarto lote se regalaban suicidios desde balcones de plástico y arruga vertical. La decadencia era prorrogable, el tiempo se entregaba según convenios en cuartos trasteros. Sin máscara de hollín y sin zapatos nuevos y sin rozadura en el talón. El pulso en la sien, de vacaciones. Los amigos rotos, las manzanas descatalogadas, las cadenas de esparto. El muslo de la queja sin costumbre, el eje de la pregunta, allí donde residía el balance de Alicia. El delito radicaba en su sombra de ojos. Susurros embadurnados de pan rallado y harina. Esa tos como de renuncia y que tanto el diablo cargaba. Donde se intercambiaban balanzas por cencerros y donde pasaban cosas como estucados de tela de barniz, sobredosis de tristeza y un solo cable deshilachado. Todavía quedaban restos en la botella de ayer. Todavía el sudor y todavía la ausencia de alivio a la altura del pecho

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