Wednesday, 11 May 2011

CORNISA DE AVE

Una especie de suspiro, inacabado, sin título, se incrustaba de alguna manera en su sala de máquinas, en la habitación donde se tomaban decisiones, en las glándulas a las que no les gustaba el color verde, en su sección de gustos y disgustos, alquileres y compras. Una distorsión de sonido proveniente de las profundidades del Mar Menor. Se sabía de una esquina de flor, de un parapeto de besos con lengua y esperanza crónica. Hacía calor a diario, con tanta rebaja de pluma de ave rapaz, de requisito sin conquistar y tormenta de Silvia. Por allí se veía venir. Se entraba y se salía sin pedir permiso, como lapas de campo, como hormigas de sangre fría y toma de agua. A la pregunta con vertebras, al gigante pardo, al aleteo de molusco. La señora sirvienta que plancha la ropa como quien plancha costumbres. Desacreditado quedaba el polvo y la dormidera. Sin Rocinante ni isla media, sin científico industrial, sin registro de minas, sin respiración consentida. Ellos creían que la costilla estaba hecha de avena y trigo, que no había un antes o un después, solo el olvido, el ruido de la carcasa y desprecio del viento

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