Saturday 4 May 2013

Crímenes Ortega – En los 90 sí que es verdad que se mataba más, había más trabajo

Las palabras pesan más en según qué sitios. Mariví me había dicho que un día podría hacer un documental-reportaje-collage sobre todos los documentales, entrevistas que he hecho para la agencia durante los dos últimos años. Paco Ortega sigue moviendo la mandíbula. A veces habla de medio lado no porque no quiera mirarme sino porque desvía la mirada dando bandazos a derecha e izquierda por instinto, comprobando que no hay moros en la costa.

Yo tengo fama de que me pierdan las mujeres, sabe usted

Mariví me ha dicho en más de una ocasión apuntillando un “y esto no es opinión mía sino de más arriba”, que tal vez una de las razones por las que mis documentales tengan más calada entre el público sea porque le doy más importancia a lo menos importante. La capacidad de convertir lo que no es importante en importante, me dijo, o algo así.

Me pierden las mujeres como le puedan perder a cualquier hijo de vecino, nos ha jodido. Paco Ortega arremanga según que palabras y frases, les quita el envoltorio. Habla con crudeza de salón. En la frente lleva una marca mitad grano mitad postilla. El cuello del polo Ralph Lauren ha sido planchado por manos expertas. De cuando en cuando se mete por dentro el colgante de oro.

Me gustan todas aunque las rubias un poco más. Pero bueno, rubias, morenas, pelirrojas… una mujer guapa es una mujer guapa y ya está, aunque las rubias siempre me han tirado más. Me pierden las mujeres como a cualquier hombre, sin exageraciones, luego donde esté una buena mesa, unas carrilleras, un chuletón poco hecho, pescao al horno…

Paco se mueve en el sofá con impaciencia, necesitando entretenerse a sí mismo a cada momento. A veces se queda mirando fijamente mi camisa, mis zapatos.

Por lo que nunca me dio fue por el juego, ¿ves?, ni siquiera jugar a las cartas sin dinero. Si mal no recuerdo creo que en la vida he echao a las tragaperras

El entrevistado se va por las ramas, yo le pregunto sin anotar nada y él se va del tema contando cosas que no vienen a cuento. Habla de esto y lo otro y son esos rodeos en la conversación, ese tránsito por temas que no importan, lo que miden el tiempo de la tarde. Por las opiniones y por los ni fu ni fa se nos van los segundos y los minutos del día. Hay un tren que tendré que coger y sin embargo Paco toquetea diferentes temas de conversación ajenos al proyecto como echando una pizca de sal aquí y allá.

En los noventa sí que es verdad que matábamos a destajo. Por algún motivo se ve que entonces había más necesidad de matar, la gente tenía más necesidad de borrar a gente del mapa, un cuñao, un jefe, una vecina… una vez hubo uno que nos contrató para que matásemos a un primo lejano, este tío tenía pasta, mucha, tenía un chalet en Somosierra y luego una finca en el sur, cerca de Jaén, creo, y bueno, nos pidió que si era posible ejecutar el asesinato con un Cadillac. O sea, nos pidió que matásemos a su primo atropellándolo con un Cadillac que había comprao en una subasta de esas que se hacen en según qué ciudades portuarias donde traen coches del extranjero y se subastan allí mismo, en Zona Franca, antes de pasar aduanas, así él que compra el coche es el que paga la aduana, no sé si me explico

Le pregunto por su familia. Le pregunto si él se considera castellano leonés, por la finca que tiene en Soria, la gente del pueblo, donde creció y se hizo mayor. Le pregunto también por la relación con sus abuelos, sobre todo con la abuela, quien prácticamente lo crió.

A mí lo que me tira es el mar, sabe usted. Los barcos de vela, los pesqueros llegando a puerto, el olor ese mitad a salao, a pescado, a gasoil que se respira en cualquier puerto pequeño del Mediterráneo, llámese Cambrils, Ametlla de Mar, San Carlos de la Rápita