Monday 29 April 2013

Crímenes Ortega – Pensión Ambos Mundos

Paco Ortega es una persona muy prudente y muy legal. Por el rabillo del ojo se le ve el pedigrí. Paco Ortega es un tipo de esos que viene con la mili hecha. Yo apenas le hago preguntas. Dos, tres, cuatro preguntas cada tanto rato. Él se menea más en el sofá que yo. Es más nervioso, más ansioso. Cada vez que me pregunta por la cámara yo me acuerdo del mensaje que Mariví me dejó en el contestador tres semanas atrás. Zaragoza, tendría que desplazarme a Zaragoza, ellos concertarían la cita, yo sólo tendría que presentarme como de costumbre, pasar un rato con él, charlar, largar, no apuntar nada, hacer pocas preguntas. Los de la agencia me seguían eligiendo por el hecho de que hiciese pocas preguntas. La pasividad del interlocutor era altamente valorada en SigmaCord. Solo querían un rostro que el entrevistador creyese. Eso y dejarle hablar a él. La agencia me contrataba porque mi presencia incomodaba y eso hacía que los elegidos largasen más de la cuenta. A Paco Ortega le parecía mal que no hubiese traído conmigo ni cámara, ni grabadora, ni libreta donde apuntar. A Mariví tampoco le hacía gracia. Yo pensaba en el tren de vuelta a Madrid, en la numeración de mi billete. No recordaba si ventana o pasillo. Me llevé la mano al bolsillo interno de la chaqueta y palpé la forma del billete

Si quieres y cuando terminemos de hablar de todo esto, nos acercamos al Tubo y nos comemos unas raciones. Croquetas, gambas gabardina, tormo de escabeche. Un bar ahí abajo que pasa desapercibido para el que no lo sabe

Crímenes Ortega no era una filosofía ni una manera de ser o entender la vida, recalcaba Paco. Crímenes Ortega era un curro que tenía sus cosas buenas y sus cosas malas. Estaba lo de viajar, sí. Pero cuando se viajaba de trabajo no era lo mismo que cuando se viajaba de placer.
A mí Francisquilla usted no la conoce, ¿verdad?

No conozco a nadie

No, ya. Quiero decir, de mi Francisquilla no le he contado nada, ¿verdad? De eso no hemos hablao. ¿Quiere que le cuente de eso? ¿De mi vida personal? ¿O el reportaje es solo del curro? Aunque si usted me lo permite, y esto lo digo desde la humildad, yo si fuera usted no separaría lo profesional de lo personal. Y no hablo ya de que mi Francisquilla trabaje también en el negocio y tal, no. Lo digo en general. Separar trabajo y la vida de uno privada es imposible. Está el sentido del humor, está el según como haya dormido uno, está lo bien cenao y todo sea dicho, lo bien follao que le tengan a uno en casa. Todo eso se ve luego en el trabajo. Se proyecta. ¿Trabajo o placer? Lo bueno de Crímenes Ortega es que de cuando en cuando se viaja mucho. Una vez tuvimos que ir a matar a uno a un pueblo de la provincia de Huelva. Andabas unos doscientos metros, cruzabas un arroyo, y estabas en Portugal. En Portugal. Pasabas un arroyo y estabas en Portugal

A veces da la sensación de que Paco Ortega esté esperando esos tics nerviosos o no nerviosos, esos gestos que le salen de dentro sin tener él ni voz ni mando. A veces parece que Paco los esté esperando como si supiera de los lapsos de tiempo que estos emplean para aparecer y desaparecer. Debajo del pantalón gris uno adivina garras de alambre, más nervio que músculo. Hombre de impulso y electricidad. Hombre que va con gas butano. Levanta la mirada y mira detrás de mí. Está al tanto de todo. Escucha y desescucha la conversación de la mesa de al lado. Encoge el cuello y mira la lámpara vieja que cuelga justo encima

Cuando matamos por encargo no llegamos a extremos de dejarle al cliente elegir el arma y el método, no se vaya usted a pensar. Esto no es como las películas. Aquí no se presenta un fulanito de tal y nos dice que hace falta matar a su cuñao con un hacha, o con fusil, justo cuando pase por la calle tal o cual, o cuando entre al bar del barrio, o a la salida del trabajo, no. Esto no es Holywood, a ver que se va a creer usted. Esto no es como las películas y quizá por ello se valore menos, por la mala prensa que tenemos, por el desconocimiento que tiene la gente sobre nuestra profesión. Para empezar, dice levantando el dedo índice de la mano derecha, señalando al techo, para empezar está que nosotros lo que valoramos primeramente antes de matar a nadie, es lo del dolor. Lo del dolor es lo que entra primeramente en el orden del día. Las muertes hoy en día se provocan de la manera más indolora posible

La pensión Ambos Mundos con sus butacas, sus mesillas de cristal que no hacen juego, los ceniceros de chapa brillante, la altura de los techos, la estrechez de los pasillos, el barnizado de las puertas, las manivelas antiguas, las baldosas desgastadas, la pensión o el hostal Ambos Mundos con todo eso más con las conversaciones de las tres o cuatro mesas que han improvisado en una salita que en realidad no era para eso, se convierte en un universo ajeno al paso del tiempo, independiente del griterío de la calle y la plaza

A mí lo que me quita el estrés es la cocina, dice Paco con una sonrisa en la boca tan grande que le tapa hasta los dientes y le ensancha la cabeza como si fuera un dibujo animado. Y por cocina entiéndase el cocinar, ¿eh? No nos engañemos (señalando otra vez hacia el techo con el índice de la mano derecha). Comer también me va, nos ha jodido, y comer bien, cocina refinada, no experimental pero refinada. Y cocinar pues eso, que yo me meto allí en la cocina, le digo a la Francisquilla que me deje tranquilo, me pongo al Bebo y al Cigala a toda pastilla, me encierro allí con mis ingredientes, y bueno, allí es donde yo me olvido de todo. Me olvido de las facturas, de los problemas, del futbol, del inventario, las declaraciones, los impuestos y la madre que los parió a todos. Cocinando. Cocinando con delantal, ¿eh?...

Friday 26 April 2013

La forma con la que el personaje se rasca el brazo si es que le llega a picar alguna vez durante las 300 páginas que dura el libro

María José Carrasco está escribiendo un libro sobre un tal Anatoli Kirillov quien entre otras cosas es capaz de leer los pensamientos de la gente. Bueno, no tanto los pensamientos como los deseos. Maria José Carrasco tiene escrito lo que es la mera acción del libro. Anatoli le dice a su hermana que su marido, el cuñao de Anatoli, en secreto desea con locura a la vecina de ambos. Esto causa estragos en la relación. El libro de Maria José Carrasco también habla del divorcio de la hermana una vez conocidos los deseos de su esposo y de las amenazas de muerte a Anatoli por parte del cuñado quien jura y perjura que él no desea a nadie más que a la ahora su ex-mujer y que no entiende como ella le puede hacer caso al tarao de Anatoli quien por no tener no tiene ni trabajo ya que es demasiado estúpido como para clavar un clavo.

María José Carrasco ha escenificado la historia en Togliatti, provincia de Samara, Rusia. Cuenta como tras el divorcio, el cuñado intenta por todos los medios de convencer a Anatoli para que rectifique de su visión y le diga a su hermana que todo ha sido un error y que el cuñado en realidad no desea a la vecina de enfrente. A todo esto la vecina de enfrente se entera de todo y no solo ella sino también su esposo, excampeón de boxeo del peso welter de la provincia de Samara, quien tras saber del escándalo propina una paliza al cuñado y le amenaza con no volver a acercarse jamás por el vecindario

María José Carrasco ha escrito la historia como narrador omnisciente, con el don de la ubicuidad, dominando la totalidad de la narración y pareciendo saber lo que va a ocurrir en el futuro y lo que ocurrió en el pasado; utiliza la tercera persona del singular

María José Carrasco tiene una amiga que trabaja para la Editorial Planeta quien vive en Barcelona y comparte piso con un gato pardo. La amiga de María José ha tenido el privilegio de leer parte de la historia, la ha compartido con gente del trabajo, y tanto ha gustado que uno de los jefes se ha interesado y ha hecho llegar una oferta por el manuscrito. La cifra ofrecida se desconoce. La amiga de María José le cuenta que además del interés por publicar el libro, le da que alguien estaría también interesado en convertirlo en película y que es posible que le ofrezcan dinero a su vez por los derechos cinematográficos

María José Carrasco se toma las noticias con sorpresa, júbilo y satisfacción desbordante. Esto se lo dicen por teléfono, a través del móvil, cuando se dirigía a un estanco a echar la Primitiva. María José pasa unos días encerrada en casa trabajando en la novela. La historia y gran parte de la acción están terminadas, sólo le falta el relleno que han de llevar los diálogos y los antes y despueses de las acciones. Le falta la materia oscura de la novela. Describir cómo hablan los personajes, cómo andan, cómo se sientan en una silla, qué tono de voz usan al llamar a alguien por su nombre. María José se atasca de mala manera con todo esto. No le sale. Piensa en los personajes, trata de meterse debajo de la piel de los mismos, se pone en sus circunstancias. Sigue sin salirle y es por ello que se sube a un autobús y se marcha a la sierra al apartamento de otra amiga con la esperanza de que en plena naturaleza consiga la inspiración necesaria. Tras dos días en la sierra la materia oscura de los personajes comienza a llegarle. Entusiasmada por el desatasco, se pasa horas enteras delante del ordenador. Avanza de forma sorprendente. Pasada una semana calcula que un día más y el libro quedará terminado. El última día, cuando apenas le quedan unas horas por terminar, vuelve a atascarse esta vez con algo muy concreto. Sabe que Anatoli es una persona a la que muy de vez en cuando le entran picores y sin embargo no consigue descifrar la manera exacta con la que éste se rasca el brazo. Por no saber, María José no sabe siquiera si Anatoli es un tipo que descuida el cortarse las uñas o si se las come. Dependiendo de lo uno o lo otro será un tipo de rascado distinto. Con uñas largas hace falta presionar menos y se rasca de manera más focal. Tampoco sabe si es de las personas que se rascan en marcha, mientras hacen algo, o si es de los que tienen que detenerse para ello. También desconoce si cuando Anatoli se rasca el brazo lo hace extendiéndolo para mirarse cómo se rasca a sí mismo o si lo hace sin mirar

María José Carrasco, tras mes y medio recluida en el apartamento, deja de coger el teléfono. No contesta ni a familiares, amigos ni a gente de la editorial

Por qué llamarse Ernesto y otros principios básicos para vivir en armonía con uno mismo

Capítulo 1 – El legado de la razón

En 1520 Hernán Cortés hizo lo que él creyó oportuno había que hacer y así pasó lo que pasó en Tenochtitlan. Uno piensa en Cortés, aquí y ahora, en 2013, y a bote pronto piensa en negativo. Piensa en masacre, en sangre derramada, en dolor y esperpento. En el oro y las condecoraciones y los títulos nobiliarios se piensa más tarde, a las 4 o así. En 1520 Cortés entró en Tenochtitlan y uno aquí, después de leer diversos tomos históricos encuentra que de las muchos escritos vertidos al respecto (con diferentes encuadernaciones), y de los cientos de textos sobre la materia, ninguno habla de elementos físicos formales (la manera de apoyar los pies al sentarse) del personaje. Debido a ello hoy sabemos lo que hizo Cortés pero no sabemos cómo lo hizo. No sabemos si cuando gritó “A por ellos” lo hizo torciendo el extremo superior del labio, o hincando los hombros, si echó la pierna derecha hacia delante, o si comandó en voz alta o a grito palao. Esto es materia oscura literaria. Es lo que no tiene que ver ni con el mensaje, ni con la acción, ni con el argumento, ni con el destino de la historia. Es la forma dentro de la forma, el polo opuesto de las cosas. Literatura invertebrada, microscópica, quántica. Es algo tan minúsculo (la forma con la que el personaje se rasca el brazo si es que le llega a picar alguna vez durante las 300 páginas que dura el libro), algo tan infame e incoloro, que precisamente por ello es completamente necesario. Esta especie de materia oscura literaria (la manera precisa con la que el personaje se ha atado los cordones de los zapatos antes de que apareciese en la primera página del libro ya vestido y a mitad de terminarse el café), es necesaria porque de alguna manera sujeta por dentro a los personajes que luego hablan y empuñan pistolas que matan al malo. Sin la manera de rascarse de uno luego no hay otras maneras. Uno se rasca el brazo lo mismo que dice I love u. Esto no se elige, viene dado. Sin la cara no existe la moneda.

En 1520 Cortés entra en Tenochtitlan sí, eso ya lo sabemos ¿Pero se tuvo que rascar el tobillo en algún momento del lance? ¿Se había levantado con dolor de garganta? ¿Andaba raro por haber dormido en mala postura?