Saturday 8 February 2014

Thelonius Monk

Esa manera que tenía de enganchar las teclas del piano, de aporrear como si fueran palancas y no Steinway & Sons, tocando el piano como si no fuera un piano, escarbando entre el blanco y negro, abocándose al teclado, jorobando la espalda, sacando notas que más que música eran tiempo escarbado. Tocaba como si estuviera separando granos de arroz, consiguiendo la unidad a base de romper la unidad, tan a trancas y barrancas, tocando a sopetazos, con un sube y baja, con el ritmo que tienen los cacharros de feria, tocando Around Midnight a cualquier hora del día. Para tocar como Thelonius Monk era necesario remangarse la camisa, sentarse al borde de la butaca, con tres patas al aire, con la sensación de que en cualquier momento uno se iba a caer. Thelonius Monk toca el piano y uno se queda con la sensación de que hay un tren que sale de la estación y a punto se está de perder ese tren y uno corre y el tren sale, y uno sigue corriendo, a más no poder, y está casi ya a la altura, estira la mano, se agarra de un barrote del vagón, casi a la par que la puerta abierta desde la cual surgen manos bienvenidas, manos que le invitan a saltar, y uno corre y el tren va cogiendo más velocidad, y se está muy cerca ya de la puerta, a punto de alcanzarla, y el tren sigue y lo mismo pasa con la manera con la que Thelonius Monk toca el piano, tan intermitente, tan locomotora de vapor, tan estación de tren en los años de Willy Fogg, tan quiero y no puedo. Thelonious Monk toca como si fuera una metralleta que no funciona bien, que de cuando en cuando se atasca. Toca como si fuese tartamudo, como si cada nota costase sangre, sudor y lágrimas. Una música no apta para los que toman caldo de gallina. No apta para los que más vale uno que ciento volando ni para los que hacen del reciclaje de envases una religión. Thelonius Monk toca el piano como si éste fuese un saco de patatas y no Steinway & Sons. Toca como si le hiciera rozadura el zapato, como si estuviese allí sentado por obligación, destrozando el ritmo a base de otro ritmo que todavía no tiene nombre pero que late debajo del ritmo oficial que todos conocen y aprecian a la perfección cada vez que hacen uso de sus abonos para los grandes conciertos de música clásica, los domingos por la mañana. Thelonius Monk es Willy Fogg y a la vez el tren. Toca Around Midnight y se convierte, con su barba y su sombrero, en el espacio que dista entre la mano de Willy Fogg y el barrote de la puerta del tren, es el suspiro ese que se queda a mitad, el vacío de aire con el que uno se topa cada mañana, el dedo meñique de la mano que dice adiós. Toca como si estuviese tocando con las muelas del juicio, escupiendo notas que luego se quedan ahí, en el espacio, formando estalactitas. Toca excavando cuevas que luego uno descubre a través de National Geographic. Thelonius Monk y esa manera de tocar con las gafas, esa especie de espantapájaros con vida que toca sin que nadie le haya explicado antes como se toca, que hace música sin tener cuidado de seguridades ni riesgos laborales, que toca achicándole tiempo al tiempo, a base de echarse hacia delante y escarbar entre las teclas del piano como si ahí abajo, entre las do y las re y las mi, hubieran minutos y segundos que uno podía arrebatarle a la muerte