Tuesday 1 August 2017

No me distingo

Tú que naciste redonda, tú que vienes desportillada por tanto uso
Como si martilleada por un espíritu de aguja, lejana desde nido de pájaro
Porque las tardes las abrías como si de nueces se tratara
Porque en tus noches no cabían muchas cosas

La figura de barco de sal en el salón de tu madre
Los colchones de lana que había que parar en el corral
El pan y la leche por comprar, un viaje a la ciudad, el autocar de las tres
Los horizontes que confundíamos con objetos cercanos

En invierno sonaba la radio en la tienda
El sonido de las ondas se apagaba dentro de los sacos de judía pinta
Las mujeres esparcían agua en los patios para maniatar al polvo
Las campanadas sonaban al mediodía con muy poca fuerza

Tú siempre volvías con aliento a chicle de clorofila
Tú que te acurrucas entorno a una aspirina
Tú que vences y fracasas
Tú que sobre todo por las tardes

Aquí sucede muy poco, aquí hay herida
Un viejo nos cuenta de cuando bajó agua por el barranco
Hay certeza de escabechina, fue en otro tiempo
La acequia baja con canas, el agua se arrastra hacia el campo

Yo también me disperso, incluso sin razón
Cuento con los dedos los camiones que pasan por la carretera
La ventolera que levanta la velocidad, el zarandeo de las puertas
Me cobijo detrás de las barreras con manivela de hierro

Sobresalgo por encima de mis cabales
Meneo la pierna, sacudo el cascabel, espero a los pájaros
Tú vienes con tu nave nodriza, con tu escafandra bien puesta
Tú que no te llamas Eva ni Raquel

Si por lo menos hubiera algún páramo, se te oye comentar
Espacios reservados no al ocio sino a lo otro
Un soporte, una plataforma, un dominio
Y nos miramos con ojos que son como de metacrilato

Aquí las buenas noticias pasan de ciento a viento
Aquí dentro de las casas las baldosas son de hielo
Las puertas se atrancan, el calor achica espacios, el frío ensancha
La luz se echa, el agua se echa, las mantas se echan, el invierno se echa

Dicen del proceso de la erosión, el viento y las partículas de arena
En un pueblo como el mío no hay partículas
Solo cuando tú entras al baile y la orquesta se detiene, microscópicamente
Un instante meteorológico, un atisbo de erupción

Antes de dormir hace falta salir al corral y echar cerrojos
El cielo estrellado augura frío, escarcha, brasero
Láminas de barro, alambradas de zarza, huesos de oliva íntima
Me dejo sobornar por el peso de la colcha en la cama, no me distingo

El tiempo vomita encima del vestido
Te me llevas de la mano sin decir adónde
Te me apareces como se aparecen los temporales
Como la lluvia indómita, como el despertar con susto

Nos hacinamos en el monte donde uno se atraganta de espacio
Con manos deshidratadas por el tiempo
Como si por una ruta trazada de antemano, me acabas besando
Y yo me consumo en el atraco perfecto

Besabas por asociación de ideas

Besabas por asociación de ideas. Algo que te recordaba otro algo y de ahí a las manos al cuello, el minúsculo roce de tus uñas en la piel, la boca, la lengua, el candor.
Nacíamos en el claro de un bosque, con piel castaña, con ceniza, con madera de boj.
El sonido del río golpea tres veces, el agua se vuelve repetitiva, aquí donde apenas hay montañas, donde todo se esfuma.
En el pueblo se adivina el carrusel, la noche festiva, el contraste del toldo con las paredes de cal.
Al otro lado del pozo hay una línea fronteriza, lejos de los ojos de tu madre, donde el aire nunca agrieta la roca por no tener cabida, donde la luz no se puede exprimir.
El hombre ha comido con buen provecho, después la canción del café concierto, el desmadre vespertino, las gotas de sudor resbalando.
Tú vienes un poco como remolino, escuchada tantas veces. Tú vienes con tu cuerpo saqueado, sin billetes, sin ningún tipo de dulzor.
Provienes de la experimentación, caminas sin causa primaria, mujer sin origen, sin árbol genealógico, sin razón social.
Una trompeta de las de juguete sacude la tarde, el sol pegado al cemento, el niño en la calle, las rodillas manchadas, la charanga que ameniza.
Las abuelas se sientan en patios donde patatas por pelar, donde la corteza del melón convive con el geranio y el agua se pone a hervir.
Te pones la prenda que no te regalé, el brazalete que te dieron tus padres. Hay un casino si se coge la carretera, me dices. Un casino en lo alto de la colina.
Las alpargatas del hombre de toda la vida abundan en un mar de colillas de tabaco negro y cabezas de gamba y servilleta de bar.
El reloj Larios marca las horas de la noche, la carne encalla, el ojo sangra, el billete es manoseado, se escuha la voz del dueño del bar.
Supones que mañana habrá una cigüeña en la torre, una procesión a la que asistir, intuyes que una cosecha, una tarea, un delantal.
Por el camino del monte solo hay lomas calvas, nada que experimentar, el campo visto en televisor de blanco y negro, en UHF, naturaleza binaria.
Donde una vez hubo una guerra, donde a nadie le dio por levantar un castillo con sus almenas y su torre del homenaje.
Donde ya no queda nada por conquistar, donde la embestida del macho se queda en nada, donde el arrastre campa a sus anchas.
Tú que ni te declaras culpable ni a favor ni en contra. Tú que te has puesto los mejores pendientes que tienes. Tú que no pides permiso por nada.
Ni siquiera desde lo más alto del campanario se atisba la historia. Todo es plano por muy arriba que se ponga uno. No hay curvatura en tus palabras.
Me coges de la mano y nada es esférico, nada queda probado. Me arañas la espalda sin hipótesis. Me muerdes los labios sin escuadra ni cartabón.
Hoy te has puesto los pendientes que te dio tu madre, los que heredó de tu abuela, joyas que han visto tres guerras, que brillan incluso en el enfrentamiento.
Vámonos de aquí, me has dicho alguna vez. Larguémonos. Desertemos. Debe haber algún mar en alguna parte, alguna playa de arena transportada.
Pero yo no tengo caballo. No tengo rocín flaco ni galgo corredor. A mí ni siquiera mi padre me ordenó caballero. No pertenezco a ninguna playa.
Ni contigo ni sin ti, creo te oí decir. Y te fuiste. Y te volviste a ir. Y no sé si hubo barcos hechos con madera de boj. No sé si hubo principio de algo.
No sé si existe una estela dibujada en algún mar, no sé si hay algún sitio por donde tú debiste pasar.
Yo intento renacer en otro claro de bosque. Intento en vano fabricar algo distinto. Golondrinas en vez de cigüeñas. Un molino, otro café concierto.
Vestido con la mejor ropa que tengo, ya dispuesto, cojo la carretera y me voy más allá del pueblo hasta llegar a las rampas vertiginosas que encaro.
Hay un casino en lo alto, me dijiste. Un sitio donde una ruleta, donde un cubalibre, un cigarro, una espera que habitar, un mientras se pare la bola.