Sunday 22 May 2011

PACO CAMÚS-CONTUBERNIUM 5

Monday 16 May 2011

Ulises

Quizás ese martes el día no salió como pensaba y las nubes se enrocaron para hacerle una mala jugada a Ulises. Nuestro amigo Ulises, pobre, el que vive en El Bierzo, el que piensa que las flores sólo sirven para lavarse los dientes en los días en que tú te ausentas. Tus ausencias para comprar en el mercadona del pueblo del lado siempre han sido un misterio para él. Nunca comprabas las cosas que te pedía. Es más, a veces no comprabas nada. Eso para él era como quitarle la mañana a un sábado de rebajas de ginebra. Esos sábados que se te enroscan en las venas como si fueran colesterol del bueno. Nunca te dijo nada, para qué. La vida tiene más misterios que una selva de pensamientos esparcidos por mil mentes sin sentido. Y él prefería que le pensases como un misterio metido en un desayuno continental de un hotel de carretera. Ahora ya da igual, por eso te lo cuento. Supongo que ahora se encuentra en alguna parte de ningún sitio protegiéndose de todos. El martes por la noche voló el mercadona. Eso sí, lo hizo por la noche para no causar dolor, incluso aviso al vigilante para que saliese a comprar tabaco a su mujer, que se encuentra en estado de necesidad. Pensó en el tabaco, pues en mecardona no venden. Es una lástima, ahora que ya no existe el mercadona tampoco está él. En algo se equivocó, aunque plantó una Alhambra de verbos de querer.

Saturday 14 May 2011

YA NO LLUEVE EN HELSINKI

Tenía sequía en las venas. Ya no llueve en Helsinki de la manera que llovía antes. No un antes de la guerra sino antes de ayer, suceso previo a la cascada, andamio de orilla y cemento. Tampoco era por decir que no, era más que nada un salvoconducto, un pasillo de atardeceres, un preludio de segundo, segmento temporal, visto de frente, sin perspectiva, sin tercera dimensión como si de una tortilla de un huevo se tratara. Tampoco hacía falta entender tanto. Se perseguía la idea general, aquello que hacía bulto, menospreciando detalles y objetos menores como la bolsa de plástico y el peine rojo. Descosiendo los días impares, los años bisiestos. Lloraba porque la cebolla y no porque la muerte. Salvando balas para por si acaso, más tarde, hiciera falta recoger la ropa tendida ante tanto andar en paños menores, ante tanto precipicio mensual, tanta sonrisa decomisada. Si por lo menos hubiera un principio, un estado de ánimo anterior, un mapa del lugar más recóndito de tus senos, allí donde la fusión nuclear convive con vistas al mar y patios de vecinos, allí donde las dan las toman y se reparten naufragios y visitas guiadas al médico y flores de sal y pan con pan y vino tinto. Allí donde la nada convivía con el mar muerto

BESOS SIN IVA

La conversación era estrecha como un río lleno de sardinas. Hacía falta ser valiente como un sándwich vegetal, como un rompecabezas que se desangra, al borde del naufragio intestinal, de las venas que se cortan como la leche, como mantequilla desquiciada. Sus besos venían dados con fecha de caducidad. La forma de andar era en realidad una palpitación de membrillos maduros, una calvicie mal entendida, un preludio de tos crónica, sin devolución posterior. Decíase que sus besos venían sin IVA y sin factura y que los sentidos se agrupaban en los arrabales de su cintura formando asociaciones no gubernamentales, resquicios de sol y miga de pan, esperanza en el dedo meñique. Había planetas que giraban al revés y un cometa esperaba, emboscado, agazapado, con postura de gato, esperando a dar el golpe que a posteriori extingue dinosaurios lo mismo que el rumor de su aliento y sobre todo cuando se despide. Uno que vivía malcriando amaneceres, haciendo confeti con sobras de domingo, con posturas incómodas y deseos recién pintados. Hacía falta dar la vuelta y sobrevivir a base de incendios de fogueo y escasez de sangre en la yugular

ELLA SOBRE TODO EN VERANO

Sin ser de nadie en concreto, sin pertenecer a bandas sonoras, sin hacer campaña de sus bostezos, que son tirando a gris, que salpican de metralla y calor tropical cuando el aliento, cercano, barre una especie de brisa, circunvalando en sus labios, casi perfectos, casi suicidas, casi enteros. Permanecía uno apoyado en aquel proyecto de roce de piel, en la cáscara de la partícula elemental, el racimo molecular que salía por su boca vestido con ropa de domingo. Cada vez que pedía las cosas por favor, hablando de reojo, subestimando al lobo, ninguneando a los mercaderes del Templo, insinuando tener razón. Ella que tanto se ponía la camisa a rayas, y de ahí pasar luego al beso subliminal, a la sonrisa de cuchillos, al sexo como golpe de estado sin cambio de gobierno. Hacía viento a la altura de sus piernas. Ella que abría la boca y decía palabras inacabadas, palabras con dos silabas menos. Ella sobre todo en verano y luego por las tardes. Ella que caminaba y mientras tanto, aquí, en la salita, los relojes sufrían infartos de miocardio y anginas de pecho y de cuando en cuando ella otra vez y las flores en el desierto y sus ojos que implicaban huelgas de hambre y sufragio universal

Friday 13 May 2011

MILES DAVIS

Partitura de excremento y salva de metralla. Especie de intento de cordura que se aplica como si fuese una medición de agua consumida, lo mismo que el rincón de la sartén, el teléfono en Babia, esa especie de tiempo libre, las cárdenas, la filosofía de color amarillo, el guarda del bosque, el neumático Pirelli. Ella a quien le gustaba tanto bañarse en el rio. Los socavones no de sentimientos ni de pensamientos generalizados sino del recibo del pago de la comunidad de vecinos, efecto invernadero, pradera llena de abrelatas, tipo de pregunta en peligro de extinción, Milagros que llama con voz de café descafeinado con dos terrones de azúcar. Si no fuera por la manera con la que pide dos tostadas con huevos pochados, si no fuera por el Scalextric y el Cinexin y esa especie de tregua al amanecer cada vez que abre la boca para pedir perdón

Wednesday 11 May 2011

A PARTE DEL FUEGO

Radiografía de gesto voluntario. Cada vez que entraba en la salita de estar el ambiente quedaba reducido a materia de pelo castaño y fuga. En la tienda de la esquina se traspasaban vírgenes y santos varios, postales de Granada y cubículos de trozo de pan. Las ramificaciones de su voz, el aliento que se dividía en categorías y su mamar terco y celoso. De coches y trenes, de tregua despachada, barniz y cultura, verso pegajoso, solución de falta de aire y todo ello sin ser un hospital. La clave para entender lo que era un centímetro residía en el tono de voz que se usaba al pronunciar la palabra centímetro. A parte del fuego y los restos del divorcio, atrapadas entre paredes de hielo, cicatrices llenas de dedos, venganzas sin sal, poliedros rotos. Por mucho que le gustase a uno la sopa, el terrón pisoteado terminaba en duelos al amanecer con pistolas de verdad, sin calor ni viento de por medio. Como si de una luna de alambre se tratara, como si de fenicios y rumba y pienso en un determinado concepto. El aura que este ardor de estómago proyecta, la sombra del menisco, el pan y los senos y el aprendiz de brujo. Ancha es Castilla, paisaje en los huesos, comarca metafísica, estrechez de sentimientos, tristeza de ojo de tigre, moneda encantada, simulacros de mujer morena

MIRANDO A PIERNA CAMBIADA

Agazapado detrás de una tecla de piano. Sin intención de vender. Ella que mira con ojos translucidos, como gota de resina, sin instrucciones de uso, lo mismo que madame Leoni y las cartucheras y tanta mordaza, tanta reunión de presa de caza, de felinos en huelga, de cartuchos verdes, de pierna cambiada. El piano de cola se quema. El murmullo cortado con sierra. Nos alegraba saber que en realidad no era ella, sino su armadura, especie de lata en conserva, jubilación de cocodrilo y gato persa, antiguo reflejo esmeralda, de albahaca. Cascando nueces al sol, de tarde, de suvenir in-crescendo, tiempos de guerras. Había una especie de necesidad de substituir enemigos. Se llevaban a cabo asaltos no de bancos sino de estados de ánimo, de manos izquierdas. Allí donde hay propensión al batido de fresa. Se dice que tormenta o estanque sucio. Signos del zodiaco y jalea real, bronquitis aguda en los dedos del pie, martes sin lapidación de verbos compuestos. Ella que mira como quien construye tejidos

CORNISA DE AVE

Una especie de suspiro, inacabado, sin título, se incrustaba de alguna manera en su sala de máquinas, en la habitación donde se tomaban decisiones, en las glándulas a las que no les gustaba el color verde, en su sección de gustos y disgustos, alquileres y compras. Una distorsión de sonido proveniente de las profundidades del Mar Menor. Se sabía de una esquina de flor, de un parapeto de besos con lengua y esperanza crónica. Hacía calor a diario, con tanta rebaja de pluma de ave rapaz, de requisito sin conquistar y tormenta de Silvia. Por allí se veía venir. Se entraba y se salía sin pedir permiso, como lapas de campo, como hormigas de sangre fría y toma de agua. A la pregunta con vertebras, al gigante pardo, al aleteo de molusco. La señora sirvienta que plancha la ropa como quien plancha costumbres. Desacreditado quedaba el polvo y la dormidera. Sin Rocinante ni isla media, sin científico industrial, sin registro de minas, sin respiración consentida. Ellos creían que la costilla estaba hecha de avena y trigo, que no había un antes o un después, solo el olvido, el ruido de la carcasa y desprecio del viento

Saturday 7 May 2011

SOPA DE ALBATROS

La cresta del albatros plateado, que sonriente, asiente como el veneno circunstancial. Sin mar de por medio, sin espiga de centeno y sin aledaño de sonrisa precaria, se juega al balón como juego concéntrico. Se mastican empanadillas con adagio de marcha fúnebre y jardín. La presunción de un abrazo, dado a medias, un abrazo dado a plazos, una vez al mes. Se calculan distancias y se reducen presiones sanguíneas sin mandrágoras ni nubes de espanto. La palabra dicha a medias, entre los dientes. La puerta abierta, al fondo, duplica la ansiedad cada vez que la oscuridad y cada vez que las leyes de la gravedad y el vacío de aire sintético. Descargando palomas y crisantemos cada vez que Celeste. La caricia justo al final, derrapando en grava de ojos ajenos, vulgares, olvidables. La memoria de goma verde, flotante. Uno sueña con estratos de siglos pasados, el calor sentido, una vez recordado. La plancha eléctrica, la vertiente clásica, los pompones, el bulo, el pecado en obras, el sexo en construcción

POR QUÉ UNA ISLA

Era porque una isla. Sin precedentes, vacía de tamaño. Una isla en tetra brik donde el espacio se mezclaba con asfalto y una isla donde los rasguños en el tobillo eran incompatibles con discursos de arena y palabras de carácter general, palabras sobrantes, epítetos insulsos, faltos de pastilla de caldo de ave. Se estaba construyendo una isla con máquina tragaperras y cordón umbilical. Se buscaba una superficie plana, ajena a sonidos silvestres y a perros quemados. Más que una isla se pretendía la idea de una isla, la invitación a invasiones enemigas, la sopera hirviendo, la ilusión de yodo, el cangrejo muerto, la sobrecarga de palmeras como cortinas de raso, el barroquismo que proyectaba el galeón aparcado, el trampolín astillado, la voz eléctrica. Una isla como proposición, como abandono sincronizado, como vuelta de tuerca, la permanente en el rizo. Se trataba sobre todo de propagar el eco de manera artificial, sin caverna, sin espacios cóncavos. Una isla hecha a base de miel y paleta, de pañuelo en la frente. Una isla con andamios y cimientos de papel albal. En el fondo, más que pedir se demandaba una isla, sin daños y perjuicios, una isla por caridad, por aburrimiento. Se construía una isla negando catedrales

MR. HELMANN

Llevaba gafas de cristal caro y montura barata. Se duchaba como la ducha del día de antes de enterrar a su padre. Sus besos venían por separado y se transformaban en tensión disecada. Episodios contradictorios como un determinado concierto de piano y el hecho de vestir una camisa verde. Inoportuno como un domingo por la noche. Sin recursos de pinturas acrílicas, sin botellas de zumo vacías. Sin matrícula ni camaleón, ella se hacía la dormida y en general no se mostraba interés por Mr. Helmann. La memoria, gratinando pensamientos abstractos, códigos de barras, esencias de plástico y regaderas de hojalata. Con la pregunta en la boca, desnuda, el equilibrio sobrante rehogaba en fondos de baúles, en visitas al dentista, en sonidos de tos de pecho. Por aquel entonces existía una necesidad de construir islas con playas de piedra negra. No llegaban noticias del norte ni cartas de Creta y ni siquiera ella y esa manera con la que dislocaba chicles de fresa ácida

Wednesday 4 May 2011

No vista como el instante que pasa
sentida como el aire
para no ser atrapada
libre entre las estrellas para ver el mar
y sentirse viento
que como mañana de sábado
ayuda a repartir la luz de tu mirada
entre los verbos de lluvia
y el rocío de los nombres.
Y acuérdate, princesa de los instantes,
que mientras te sientas
en tu alma de taberna tranquila
a conversar contigo mismo
que nadie es de nadie
sólo de lo que se siente,
y del tiempo

Sunday 1 May 2011

NEGACION DE VOLCAN

Ella que interrumpe el mar. Ella que tiene la voz de plastilina, de vez en cuando, denegando fluidez a su antojo. Sin un paisaje a carcajadas, de pensamiento escalonado, bostezando, permanecía, semi acostada, semi dormida, semi naufragio. Ella que tenía marzo en los ojos, cuando callaba. Como si negando la mano estuviera en realidad negando volcanes. Ella que nunca se deja, ella en la tapa del libro, en la mesa. Camina como despidiéndose. Salpica en la blusa. Ella que interrumpe el mar, por vez primera. Habla sin pedir permiso, sin esperar, sin calendario. Ella de golpes bajos y nuca precaria, piel de pared de papel chino, de insulto a medias y materia oscura. Ella hecha de átomos de rodaja de sandia. Ella que silba y que se olvida de andar, a medias. Ella que solloza tapándose la cara. Ella que te mira a través de sus dedos mojados. Ella que interrumpe el mar