Saturday 7 May 2011

SOPA DE ALBATROS

La cresta del albatros plateado, que sonriente, asiente como el veneno circunstancial. Sin mar de por medio, sin espiga de centeno y sin aledaño de sonrisa precaria, se juega al balón como juego concéntrico. Se mastican empanadillas con adagio de marcha fúnebre y jardín. La presunción de un abrazo, dado a medias, un abrazo dado a plazos, una vez al mes. Se calculan distancias y se reducen presiones sanguíneas sin mandrágoras ni nubes de espanto. La palabra dicha a medias, entre los dientes. La puerta abierta, al fondo, duplica la ansiedad cada vez que la oscuridad y cada vez que las leyes de la gravedad y el vacío de aire sintético. Descargando palomas y crisantemos cada vez que Celeste. La caricia justo al final, derrapando en grava de ojos ajenos, vulgares, olvidables. La memoria de goma verde, flotante. Uno sueña con estratos de siglos pasados, el calor sentido, una vez recordado. La plancha eléctrica, la vertiente clásica, los pompones, el bulo, el pecado en obras, el sexo en construcción

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