Saturday 7 May 2016

Cartas a Anita Dupont (II)


Anita Dupont
Café Berlín
Costanilla de los Ángeles, 20
28013 Madrid, Spain

Anita:

A vivir en la Calle Eugeniu Carada de Bucarest es difícil acostumbrarse. ¿Quién era en la novela de Cortázar, qué personaje decía aquello que nos aprendimos de memoria de la Impasse del Astrolabio? 62 modelo para armar. “Por aquel entonces vivía en la Impasse de l’Astrolabe dado que cuando existe un lugar con un nombre así ya no se puede vivir en otro sitio”. Cuando existe un lugar llamado Calle Eugeniu Carada a uno le da por pensar en los sitios que echa en falta, sobre todo Cambrils aunque sea más por el olor que por el pueblo en sí. Los tomates aquellos que le compramos al agricultor en el campo, ¿te acuerdas? Tú te empeñabas en querer pagarle el doble de lo que nos pedía a la vez que le explicabas sobre Covent Garden, las tiendas orgánicas y lo mucho que se pagaba en según qué sitios el producto local de temporada. El hombre llevaba queso, pan y vino en una bolsa y se quería sentar debajo de una higuera a comer, no le apetecía seguir discutiendo el precio de los tomates. Te acuerdas que nos sentamos con él y tú te bebiste más de media bota de vino. Nos dijiste que en bota te enseño a beber tu abuelo Nicanor. El hombre nos nos hizo mucho caso. Nos preguntó que cuántos carajillos nos habíamos bebido y tú le contentaste que el Baileys en sí no emborrachaba, simplemente engordaba. Yo llevaba las gafas de sol de aviador de mi padre, unas Ray-Ban compradas en Andorra en el 1988. El viejo llevaba un transistor y tú te empeñabas en poner Radio Clásica. Al final se marchó y nos quedamos los dos allí un rato, sentados bajo la higuera, comiéndonos los tomates como si fueran manzanas.

¿Te llegó la carta que te mandé la semana pasada? En el consulado me dijeron que había habido un alto al fuego en una zona del Pirineo por donde ahora estaban intentando que pasara el correo. No me dijeron si tenía más posibilidades de que te llegase o no, simplemente comentaron que se había formado una especie de corredor por el que de momento no caían bombas. Los del consulado también me dijeron que era preferible no mandar todas las cartas al mismo café. La carta anterior la mandé al Café el Espejo en Recoletos (te lo digo por si está te llega y la otra no). Ésta la mando al Berlín. Espero que alguien la abra y la lea y sepa quién es Anita Dupont.

Aunque no me escribas yo me imagino tus cartas llegando al buzón del número 23 de la Calle Eugeniu Carada de Bucarest donde ahora mismo he conseguido una televisión por medio de esa tal Veroniq que me viene a limpiar, de la que te hablé en la otra carta. He conseguido una televisión vieja y ayer por la noche imagínate cómo de piedra me quedé al ver que daban el Apartamento. En rumano, claro. Daba igual que no entendiese nada, me la sé de memoria. Me quedé en casa viendo el Apartamento en Rumano y le tuve que decir a Veroniq que se fuera porque necesitaba estar solo. Da gusto ver una película tan buena sin la impertinencia de las bombas explotando aquí y allá. Por aquí siguen sin tirar nada. En el consulado me han dicho que no pueden prometer nada. De momento aquí no caen bombas, de momento aquí se está bien pese a la mortadela.

En el aparato de música ya no pongo El Último de la Fila, me he cansado. Hay un chico inglés que se llama Benedict y que ha venido aquí a hacer un estudio sobre Bram Stoker y que solo se queda aquí unos días antes de partir a los Cárpatos. Me ha invitado a que le acompañe pero no voy a ir porque detesto el campo. Benedict me ha dicho que la vida no da para mucho. Uno se levanta, trabaja, quema calorías para luego llegar a casa y comer steak and ale pie con patatas y gravy. Benedict me ha dicho que a la tristeza o a la alegría no se les puede dar muchas vueltas. No sé cómo se traduce “pie” al castellano. ¿Tarta? ¿Empanada? Benedict me dice que las fresas de su pueblo están muy buenas.

Anita, en el consulado me siguen diciendo que no saben cuándo va a acabar la guerra. A mí me gustaría mucho proponerte que nos vayamos a cualquiera de los pueblos esos que me dijiste por los que en los meses de mayo pasa el circo. Podríamos irnos a vivir de prestado y esperar agazapados hasta que llegue el Circo Ruso o el Mundial y así poder acercarnos a las caravanas, cuando no nos vea nadie, y hacernos amigos de la Mujer Barbuda o del Hombre Bala.

Siempre tuyo

Gabriel