Wednesday 21 September 2011

SILUETA DE ESCAYOLA

Para salvar los muebles hacía falta escoger margaritas de látex, hacía falta pisar según qué tipo de alfombras. Las calles azoradas se convertían en suplemento de oxígeno y pulmón, en sobrevuelo de mota de polvo y salvación a 30, 60 y 90 días. Se aplicaba adrenalina en lugares poco comunes y remedios eran otorgados por videoconferencia. Se divisaba un paisaje de sobaco roto a la hora de la tapia blanca donde la sargantana merodeaba en torno a una especie de abdicación, a un cantar paralelo a la desgana que subsistía en el barrio que era el contexto de aquella vida, el paisaje de grasa vegetal y carne gruesa. La cresta de ojos azules salpicaba de tanto mirar. Las puertas de mueble antiguo, el oscuro de los tapizados y el reflejo profundo que ofrecía el barniz. El olor a tinaja y comida en conserva resonaba en los ecos de bodegas sordomudas. El vitalismo y el optimismo carecían de salsa. La vida en un piso noveno con ventanales con rejas y con cuidado de no derramar calcetines centrifugados. Los hipódromos se llenaban de escasez de sonrisas mulatas. La paciencia dormitaba apoyada en la suspensión de un tiempo hecho a base de chatarra y excepción

Thursday 15 September 2011

LA CHICA SERENA

Machetazos de certeza, cuando la piel necesita de suministro de alcanfor, llenar el saco de chica joven con flequillo lateral, el vestido blanco, el polvo de la concentración de trigo en noches de agosto, preludio de fiesta municipal, las calles con pisada de cerveza y distracción. Cantar de forma paulatina y distante sin que importe demasiado el desajuste vascular, la marginación que sufre la alpargata de esparto como si fuera grajo de orquídea, tomate en conserva, colchones de lana parada. El reflejo de las chicas del pueblo vecino en el suelo plateado de los alrededores de la pista de autos de choque. El algodón de palo y olor a pólvora se mezcla con el santo, la procesión y el pelo enlacado de la mujer del alcalde. El camino de piedra y ribazo y el trasplante de bomba nuclear cada vez que el pan duro y la mantequilla apelmazada como si fuera relación de invierno, como si uno se quedase sordo del canto del grillo y el redoble de tambor. Sus besos, los que nunca me dio, hubiesen sabido a gasolina de tractor rojo, a liza negra, a tajadera de riego

Wednesday 14 September 2011

EL TEOREMA DE ARQUÍMEDES

Hacía falta contar, especialmente desde que los sonidos de la chatarrería de en frente se volvían más precarios, la chatarrería del tercero izquierda, hacía falta contar la ausencia de manifestaciones multitudinarias en la Calle Bordeaux y en la Plaza de la Alameda, esquina Santa Engracia. Antes la gente protestaba y se tomaba muy en serio hechos como que la basura sólo fuera recogida los martes y los jueves y como que el ayuntamiento cerrase los parques a partir de las diez de la noche, sobre todo en invierno. Antes la gente se levantaba en armas contra ayuntamientos y organizaciones provinciales, rebelándose no contra el sistema sino contra el hecho de que un tal Ramón decidiese que en invierno hacía falta cerrar los parques antes que en verano, desacato temporal, racismo de estación. Esto le recordaba una campaña que su tío Frank organizó una vez. Tendría diez o doce años, en verano se iban a Vermont. Recordaba como aquel verano su tío y otros más organizaron una campaña en defensa de un determinado tipo de ave. El nombre del ave en particular no lo recordaba. Un pájaro en peligro de extinción. Nunca entendió del todo qué llevaba a aquella gente a emplear tiempo y energía en llevar a cabo semejante acción. Cenar deprisa y corriendo, marcharse sin dar las buenas noches a los niños, echarse calle abajo, entrar al local donde los panfletos de basta ya y los carteles en defensa de aquel perdigacho, de aquella golondrina poco común. La indignación colectiva, la incomprensión ante la barbarie municipal, ante la falta de principios. Aquellas charlas bañadas en vino de Oporto y Bourbon a palo seco. La golondrina esto y la golondrina aquello. Y el tío Frank intentando rascarse el omoplato derecho, aquel picor súbito, incontrolable. El reflejo de echarse el brazo a la espalda de forma antinatural, la torpeza de la articulación al revés. Cuando le atacaba el picor o cuando a cualquiera de los de la asociación le entraban ganas de ir al lavabo o cuando se perdía a un ser querido, las golondrinas pasaban a un segundo plano. Igual que ahora cuando caían obuses del ejército rebelde, cuando se habían reportado violaciones y cuando el grano de maíz se pagaba como si fuese oro