Tuesday 5 August 2008

SIN FRANKLIN

Sus besos eran un insulto contra la ley de la gravedad. Mesopotamía y Ana Obregón daban los últimos sorbos a sus Martinis y todo ello se me antojaba como un preámbulo de respiración. Marcos estaba preocupado porque Franklin no había llamado y era por ello que se refugiaba en las ideas de Kant. Yo había pedido dos cervezas y el camarero se empeñaba en defender la nueva legislatura y en especial la nueva ley de inmigración. Ana Obregón se excusó diciendo que no había podido evitar escuchar la opinión del camarero y declaró que ella no estaba ni a favor ni en contra, simplemente pensaba que no era ni el momento ni el lugar adecuado para discutir semejante cuestión. Marcos se levantó de la silla y dijo en voz alta que quizás debiéramos hablar de Rembrandt pero Mesopotamia dijo que le resultaba difícil encontrar su sitio en esta sociedad tan cambiante. El camarero dijo que lo mejor era hacer lo que había hecho Bob Dylan, reinventarse a si mismo. Ana Obregón dijo que eso era precisamente lo que había hecho toda su vida a pesar de que le resultaba increíblemente difícil cambiar en las mentes de la gente la imagen que tenían de ella. Yo dije que a mi la palabra increíblemente no me gustaba nada y Marcos dijo que nosotros habíamos intentado reinventarnos a nosotros mismos comprando el tesoro de las minas del Rey Salomón. A Ana le pareció una idea de lo mas brillante y nos preguntó si alguna vez habíamos pensado en llevarlo a la televisión pues creía que era un formato en el que dicha idea se podría exprimir. El camarero le preguntó a Ana que si estaría interesada en producir un documental sobre la inmigración, una especie de reportaje que él mismo podría filmar con su cámara. Ana le preguntó que qué tipo de cámara tenía. Una Sony, respondió el camarero. Una Sony de ir por casa, ideal para el documental, ya que si vas a realizar un documental acerca de gente pobre y sin derechos no había nada mejor que hacerlo con una cámara de andar por casa ya que ello daría otra dimensión al proyecto. A mí no me gustaba la palabra proyecto y Ana seguía empeñada en que era mucho mejor hacer lo del tesoro de las Minas del rey Salomón con todos sus respetos al camarero y al tema de la inmigración. Mesopotamia se sentía mal porque por una parte quería pedir una ronda de cubatas pero por otra quería pedir un taxi e irse a casa a descansar a pesar de que mañana no tenía que trabajar. El camarero dijo que tenía un amigo que además de ser inmigrante ilegal era musulmán, y que en el documental sería precioso si le preguntaran por su opinión acerca de los atentados contra las Torres Gemelas. Acto seguido dijo que nos invitaba a una ronda de chupitos y acto seguido después nos preguntó que si era posible que pagáramos los chupitos ya que su jefe le tenía terminantemente prohibido invitar a rondas. Mesopotamia dijo entonces que tenía la imperiosa necesidad de escuchar a Miles Davis, en concreto la canción Autum Leaves, aunque a mi no me gustase la palabra imperiosa. Yo le contesté que a mí lo que no me gustaba era tener discos en las cajas equivocadas, o tener discos en un estuche aunque resultara de lo mas conveniente pero que hacía que uno se olvidase de la caja original donde te ponían los títulos de las canciones y los agradecimientos del grupo. El camarero dijo que él de lo que realmente estaba en contra era de la piratería. Ana dijo que lo que realmente le apetecía era escuchar música cubana. Mesopotamia dijo que la música cubana era una mierda y el camarero dijo que había a que ver lo felices que eran los cubanos a pesar de no tener nada de nada. Marcos preguntó que si estaba la cocina abierta, y que si ese era el caso, quería una ración de calamares. Ana dijo que llevaba todo el día con dos salchichas en el cuerpo. Dos salchichas que había frito antes de ayer, y que las compró en una carnicería a la que no había ido nunca, y que se quedó perpleja de ver como cuando las calentaba en la sartén sin aceite, porque ella nunca echaba aceite a las salchichas ya que éstas tenían demasiada grasa y era con la grasa misma de las salchichas con las que las freía, como cuando las calentaba en la sartén se dio cuenta de que las salchichas no soltaban nada de grasa, nada, ni una gota, y eso, que las abrió por el medio para ver si así soltaban grasa y que tampoco, y que eso, le sobraron dos, las dejó en un plato en la nevera, y que hoy en vez de cocinar se comió las dos salchichas y que eso era lo que había comido en todo el día. Marcos, Mesopotamia y el camarero jugaban a piedra, papel y tijera. Yo le pregunté a Marcos por la ración de calamares y Ana comentó el nombre de un bar en Écija donde hacían los mejores calamares que había probado en su vida. El camarero dijo que para él lo mejor que había hecho Miles Davis fue la versión tardía que hizo en sus últimos años de My Funny Valentine, cuando usaba el distorsionador y cuando se dejó el pelo largo, y cuando se vestía con trajes de colores, allá cuando tenía 60 años. Ana dijo que Écija era la sartén de España. Mesopotamia se bebió un chupito de un trago y luego dijo que ella abandonó a su marido una noche después de follar con él y darse cuenta de que no sentía nada por él, y no tenía que ver con el placer sexual, sintió placer sexual, pero se dio cuenta de que no sentía nada por él. Marcos dijo que a él le gustaba la ropa de niño, de bebé para ser más precisos. Ana dijo que volviendo al tema del tesoro de las Minas del Rey Salomón, ella coincidía plenamente con Pedro Almodóvar en aquello que dijo de que Sharon Stone le parecía una actriz increíble, que había hecho pésimas películas, en referencia a la versión que protagonizó de las Minas del rey Salomón titulada Quatermain. El camarero dijo que en casa tenía un disco de Miles Davis en el que hacía una versión del Concierto de Aranjuez. Mesopotamia le preguntó si tenía el de Autum Leaves pero él dijo que solo tenía el del Concierto de Aranjuez y que si queríamos y alguien le acompañaba que iba a buscarlo. Marcos y Mesopotamia dijeron que le acompañaban si ponía otra ronda d chupitos y Ana Obregón dijo que ella ya había pasado su etapa del jazz y que ahora mismo el jazz no le decía nada y especialmente Miles Davis. Marcos más tarde me contó que una vez en el taxi con el con el camarero y Mesopotamia, el camarero dijo que a él lo que le gustaba eran los documentales pero no de animales sino de personas, especialmente unos documentales que había visto recientemente sobre los españoles que emigraron a Alemania en la pos guerra. De vuelta en el bar Ana me dijo que en realidad no tenía nada en contra del jazz y que si por favor me podía pasar al otro lado de la barra y poner dos gin-tonics. Yo le dije que sí y que si quería calamares.

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