Thursday 23 April 2020

Paisaje de Madrid


Este superfluo amanecer con bombillas que sale por las noches cuando en las calles de Madrid muere ahorcado el ingeniero de telecomunicaciones, el muchacho de la chaqueta verde que busca algún manjar por encontrar, el subalterno de las banderillas y su tía Julita que le recuerda que todavía tiene tomates en conserva, cataclismos en promoción por las aceras de Madrid donde todos sus precipicios han sido puestos on hold por el virus, el café vacío de resaca por la mañana, los gustos y disgustos, los dimes y diretes, gente que se pierde en los balcones con y sin bandera, los mozos del autobús que ahora sí miran a los ojos del señor que sube y pica su billete y se dirige a su trabajo si es que todavía lo tiene. Los gatos valen más en las epidemias, acostumbrados como están a desconfiar del aquí y el ahora, del maestro Pepino Torcido que pone todos sus sentidos en una respiración invertebrada, en siglos y más siglos de historia, una banqueta en el baño, una cortina de ducha, un escaso olor a puchero, una pareja que se quiere mucho de forma invertida, cuando los vasos coagulantes tienen muy poco que coagular y es el sonido del campanario el único que adjudica rigor y estructura a la masa blandengue en la que se convierte nuestra vida, al usurpador de fines de semana con spa y visita guiada, a la estatua del monarca que nunca se apellida Martinez. Más tarde aparece Fernando Navarro y su amigo Otis y amenizan la velada a base de vino tinto y discos de Roy Orbison, y luego el virus se vuelve más real cuando nuestra amiga de Jotdown le toca las gónadas a un médico de guardia y de ahí al hospital y a la ambulancia y al gato tractor aparcado sobre el esternón. Uno piensa en ese tercio de Flandes que tanto necesita sobre todo por la tarde cuando se hace difícil lo de empalmar momentos y la vida derrapa y el puzzle no encaja y ni la quimera del oro, allá en Alaska, en el río Klondike, parece algo al alcance de la mano. Qué vengan los vientos alisios y empujen los ánimos de la gente que ya no está, que tartamudee el olvido, que la esfinge de Egipto se nos aparezca en la Plaza de Chamberí donde el maestro James Rhodes hace que el Steinway & Sons hable castellano con acento de la Pérfida Albión, donde su alteza el mercader de la tienda de pollos de corral y el amigo Humberto y su The Bar que ya no abre hasta las 3am. Los aparatos de aire acondicionado nos miran sin decir ni mu, el jefe de la gasolinera escaso de chistes, las maravillosas putas en sus alcobas, el ronroneo de la ciudad sufriendo de esclerosis múltiple, la mirada perdida del abonado del Atleti, la garganta cerrada del Café Central, los sudores en la espalda que sufre el tiempo entrecortado, la Calle Príncipe de Vergara, la chica del Ministerio, el roto que le ha hecho la vida a la becaria del segundo derecha, el pase perfecto de Laudrup que no encuentra rematador

2 comments:

Anonymous said...

Ay, esa niebla viscosa y grasienta hecha de años y de aperos de pescador deshilachados, ¿sabes? aquí se tiñe de todos los fucsias de la carta RAL, cada vez que el sol tiene que cruzar la Bardena antes de llegar, con el polvo en el aire, la difusión de Rayleigh, todos los westerns del mundo, el olor del romero y esas cosas.

Esta es la mano, esta triste pareja de seises con sobrepeso y escleróticas rojas. Pero oye, los ojos son los ojos, y las paredes de los frontones ahi siguen, ¿no te parece?, sosteniendo con dignidad folclórica su geométrica identidad. Supongo que pasa mucho eso, que querríamos parecernos más a un triedro de hormigón que al hombre lobo de los folletines, que nos gustaría atar los hilos sueltos, que querríamos vivir en Nueva Zelanda a veces, donde quiero creer que la geopolítica invita a importar Foster con diligencia y alegría.

Todo esto, al cabo, enlaza con Las Preguntas Gordas, el Halbedrío, el Hamor, la Hidentidad. El de Sínope echando la siesta en un barril, probablemente está viendo videos graciosos de gente que se cae de sillas en youtube. Esta bruma espesa y almizclada, con todos sus años y sus cristales rotos, y sus sellos del pasaporte y sus virus, este smog ontológico, disonante, equivocado como un puzzle de diez mil piezas al que le faltan tres, a veces deja resquicios ¿verdad?

Me alegró mucho leerle,
y muera el perro.


Chinaski.

Salchichas de Pollo said...

¿Cómo funciona una huelga de hambre?
De Montana a Nuevo Mexico, de Baja California a las Dakotas, de Harlem a Nueva Jersey, una huelga de hambre es una huelga de hambre. Existe un protocolo, un proceso que habría que seguir a rajatabla. Una razón, causas y consecuencias. Para que un individuo declarase que voluntariamente dejaba de comer, la persona en cuestión debería presentar ciertas cualidades. Seres dejados de estar, monolíticos, gente aprensiva que se levanta sin ganas de nada no tienen cabida en dicho circulo. Un tal Fitzpatrick que se despierta de mal humor y apaga el despertador y obvia a su esposa quien todavía ronca a esas horas, y se ducha como se ducharía un ciego, y se viste de manera torpe e imprecisa, y de ahí a bajar al café donde el proceso de despertar realmente comienza. Ese tipo de gente no tiene derecho a huelgas de hambre por falta de vocación, el desapego a lo que pasa más allá de la nómina y el parque nacional. Una huelga de hambre necesita de alguien distinto, alguien que camine las mesetas, seres de grandes cavidades torácicas, un tal Jeremy que no acepta perder (especialmente consigo mismo).
Uno anda siempre corto de Cronopios, y estos no se buscan, se encuentran. Buenas salenas compañero. Le iba a pedir a usted una dirección de email o un número de teléfono pero tan pronto lo pensé caí en el error. Nosotros no podemos obedecer a esa ley que se usa en las calles, no. Nosotros somos del club de fans de Gato Barbieri, no atendemos al inmediato ni a la certeza, no nos hace falta agarrarnos a nada. El amigo Cronopio aparece o no aparece, pero no se le fuerza.
No somos budas ni queremos serlo, y como usted dice y yo lo subrayo, los ojos son los ojos.
Otra cosa sería jugar una partida de ajedrez por correspondencia postal, como en el cuento de Woody Allen, pero para eso debería darle yo una dirección donde pudiese enviar su primer movimiento, aunque jugase con negras, y ahora mismo ando de paso.