Monday 15 August 2011

HBO

De todos modos Mr Chiltern no lo había llevado allí para hablar de la afición de su primo Bloomfield por Pretty Boy Mayweather o Manny Pacquiao. Sabía de aquella avanzadilla rebelde más que muchos cargos del estamento militar. Mr Chiltern quería hacer hincapié en el cambio, en la transformación que habían sufrido las vidas de muchos primos Bloomfields, el paso de aquel estado anteriormente bautizado como normalidad, las excursiones cada sábado por la mañana a cualquier Wal-Mart o Safeway donde comprar corn flakes y leche y hamburguesas y pechugas de pollo para pasar la semana. Aquella realidad asistida, la sociedad del bienestar, donde cortes de pelo mensuales alternaban con productos de lujo tales como coches Mustang o gramos de cocaína, donde se jugaba al golf y donde se apostaba por los Broncos. Aquella especie de anestesia, aquella respiración asistida que uno desconocía que era asistida, hasta que de repente ese desplazamiento daba comienzo, ese movimiento cortical, ese desprendimiento progresivo, la falta de combustible primero, la subida de precios, los despidos involuntarios, la crisis médica, la dificultad de alcanzar, los derrumbes paulatinos, la incomprensión primero, el estupor después, la impotencia ulterior, la incredulidad de que aquel tiempo era el que le estaba tocando vivir a uno, la escasez y la miseria por vez primera, la desarticulación del estado de bienestar, la imposibilidad de desplazarse como se hacía antes, las posibilidades, la certeza de que algo se podía hacer, otros caminos, otras trayectorias, usar una táctica diferente, mudarse a Amarillo donde sus tíos y sus primos, mudarse a la costa oeste, al norte, a las Dakotas, pasar a Canada, seguro que en Canada todavía se vendían coches y hacían falta vendedores. Seguro que en Canada habría posibilidades de burbujas como las que se tenían antes, seguro que allí Texas Grill y HBO y cine con palomitas. Uno se volvía loco. Aquello les había cogido a todos desprevenidos. Aquello que se suponía solo pasaba en los libros de historia. Los cambios radicales en las sociedades. Las brechas, las guerras abiertas. Uno se volvía loco. Miraba la situación desde todas las perspectivas posibles, se le daba la vuelta, se le ponía de pie, se le miraba por detrás, hasta que una llamada de teléfono proveniente de Amarillo donde los tíos y los primos llamaban para decir que allí estaban igual sino peor. Y eso, que la cosa andaba jodida y que tal vez fuera bueno que se mudaran ellos allí. Y así es como la nueva sociedad se engendraba. Ese día, los días de las asimilaciones por familia, cuando se empezaban a asimilar los hechos y los armarios vacíos, era el punto de partida de muchas reuniones y convenciones y asambleas piratas donde se buscaban alternativas, donde se pasaba por encima de aquel gobernador con manos de plastilina, donde se enterraba la respiración asistida que los había mantenido alelados durante tanto tiempo, donde se despertaba el hombre primitivo, el instinto animal, donde se miraba con ojos de tigre.

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