Monday 15 August 2011

FANDANGIN

Al primo segundo le gustaba mucho el boxeo y de cuando en cuando Mr Chiltern le había escuchado hablar de Ali como si lo hubiese conocido, como si lo hubiese visto pelear a pie de ring, como si hubiera estado presente en Kinshasa, como si hubiese presenciado a escasos dos metros aquella combinación izquierda-derecha que terminó por mandar a Foreman a los anales del fin. Después de haberse servido un segundo vaso de vino, Mr Chiltern no recordaba el porqué de aquella cita al gusto de su primo por el boxeo. Había una conexión, aseguraba hundiendo la mente en los recodos de su memoria, tratando de pescar al arrastre.
Había una especie de cóctel molotov dentro del pensamiento cotidiano. Era difícil razonar con aquella amalgama de sensaciones, con aquellas variantes, aquellos vectores tan cortantes los unos con otros. Aquella voz de aquel tal Reginald que había llamado llevándose por delante quien sabía a cuántos demonios, aquella urgencia imperiosa, aquella necesidad por la semilla que pasaba de largo de cualquier valor humano, de cualquier reconocimiento personal o escala de valores. Aquella manera de tiritar por el maletín con el dinero, por el desembarco en tierra libre. Y luego por otro lado estaba su primo, una persona honrada, alguien que se vestía por los pies y que había tenido por esposa a una chica ejemplar, madre de dos criaturas no menos ejemplares, partidos de softball los sábados por la mañana, salidas al cine, pizza hut, partidas de bolos, Xbox y Wii en familia, carcajadas desaconsejables. Por un lado aquella presión y aquellos hombres que reducían una a una sus neuronas vendiéndolas al mejor postor, apostando de farol por la humanidad. Por un lado aquel vómito de buena voluntad, aquellos científicos y luego Reginald llamando a gritos y aquella presión humanamente insoportable y aquella desconfianza aterradora. Uno no sabía muy bien en qué aguas estaba nadando. Y por eso le contaba sobre su primo Bloomfield. Aquella comida no tenía que ver con Sandra. Estaba cansado. Cansado de no saber hacia dónde tirar, de no decantarse, cansado de mediar con todo el mundo, de hacer de pegamento y embudo.

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