Tuesday 1 May 2012

EL RAYO CÓSMICO (PARTE I)

Primeramente llegó el rayo cósmico y luego vino el dinero. En Formentera donde uno juega a no parecerse a nadie, sin tener a Magdalena, atracando barcos veleros, durmiendo en el sótano del “Bolero”, jugando a cartas, leyendo manga, untando mostaza Dijon en rebanadas de pan viejo, de miga dura, Jacinto se había pasao tres meses dando por culo en aquella especie de laboratorio/sala de maquinas del barco, montando artilugios, desarrollando sin querer el rayo cósmico que luego a la postre traería dinero y destrucción en proporción. En realidad no servía de nada, se explicaba Jacinto. Yo había puesto una canción que se llamaba Stardust. Habíamos puesto agua y Nescafé descafeinao a hervir, todo mezclao en aquella regadera reconvertida en tetera. El rayo cósmico, apuntado en la dirección y ángulo correcto, sobre la base de ciertos electrodomésticos(lavadoras no), hacía que levitasen para el asombro del personal. La idea se explotaría con un circo retro, de pueblo en pueblo, como si fuera el hombre elefante. Primero no vendría ni dios, luego cuatro gatos, después algún intelectual pasado de rosca, se haría el boca a boca, denegaríamos permiso a cualquier televisión, nadie lo pondría en youtube, sería algo para ver en persona, habría que pagar y hacer cola a la entrada. La levitación en sí no era gran cosa. Los electrodomésticos no volaban por el cielo ni mucho menos. Apenas se alzaban unos centímetros del suelo, en perpendicular, sacudidos por temblores secos, como un transbordador. Pero la gente venía. Se designaron circuitos y se vendieron entradas con antelación. Nos ofrecieron mucho dinero por dejar acceso a las cámaras. Una productora danesa quiso comprar el proyecto, incluido Jacinto. Un grupo de negocios saudí nos compró un Rolls Royce que dejamos aparcado en Formentera, en el aparcamiento de la marina donde atracaba el “Bolero”. Yo pronto empecé a sufrir, cada vez más, ante la insoportable ausencia de Magdalena. Yo había huido a Formentera para escapar del dolor que me produjo la ruptura con Magdalena. En Formentera me había dolido menos. Aquel era un lugar donde para estar triste se estaba bien. La compañía de Jacinto no había ayudado, siempre dando por culo con esto o con lo otro, pero aquellas sesiones en la bodega apestosa del “Bolero”, los melones rancios que nos vendía Rogelio desde el muelle, los pescadores desalmaos, las putas de semi lujo que nunca pudimos convencer, las pajas por turnos en el baño, la prohibición de correrse en la ducha, la risa de Jacinto cada vez que un cable le daba corriente… En Formentera lo mismo me había jodido pero el dolor había venido de distinta manera. Luego el rayo cósmico nos trajo dinero y comodidad, elementos altamente contraproducentes en estado de depresión. Jacinto había sugerido que diese clases de saxo, aprenderme las estrofas de Stardust como vía de escape. El dinero se nos salía de los bolsillos. Jacinto jamás reclamó un porcentaje mayor por haber sido el inventor del rayo cósmico. Hoy estamos sentados en una parada de autobuses en un pueblo semi deshabitado de la provincia de Lérida, esperando al autobús de las 3 que nos llevará a Lérida capital. El rayo cósmico lo llevamos en un saco de nitrato, de plástico amarillo. Nos lo dio un agricultor. Un saco con la estampa de la marca “Nitrato de Chile”

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