Saturday 27 June 2015

Alejandría como mal menor

La calle es la Calle Predicadores, portal 14. Es una agencia de viajes y Paco me ha pedido que le acompañe. La Francisquilla nos espera en el Corte Inglés de Sagasta. El coche lo han dejado aparcado allí. Antes de entrar a la agencia Paco me ha pedido que sobre todo no le diga nada a la Francisquilla. A continuación y sin que nada tenga que ver me ha dicho que cuando volvamos al Corte Inglés que ya de paso comprarán unos pollos a’last que hacen muy buenos en la planta de abajo, en el Hipercor. Pollos para llevar. También tienen croquetas.
Había un barco nuevo de la Royal Caribbean que se llamaba el Enigma de los Mares y que tenía catorce piscinas sin contar con los jacuzzis privados de los camarotes de alta gama. El barco era tan grande que a según que puertos no se podía acercar. Catorce piscinas, siete discotecas, restaurante japonés, tailandés, etíope, sueco, dos McDonalds, tres KFCs, cines, casinos, un bar con las paredes de hielo, otro con acuario de tiburones. Y luego, para los más golfos, nos dice la chica de melena espectacularmente teñida de rubio, para los más canallas, bar de strip-tease, bar de tetas, nos dice con una sonrisa pícara que ha ensayado cuarenta veces en el espejo.
Se llama Melanie y nos dice que ha estado en todos cruceros que vende. Bueno, en casi todos. Nos explica que para poder vender bien algo, su jefe, la agencia, considera imprescindible que los barcos sean conocidos a fondo por las vendedoras, por lo que normalmente todas ellas son enviadas a los cruceros cuando es temporada baja.
“A ver, que en todos no he estado, que eso es imposible. Pero en casi todos”
En este de las catorce piscinas no había estado pero bueno, era cuestión de tiempo, era muy nuevo, casi no había dado tiempo. Nos dice que su jefa (una tal Jennifer) sí que ha estado y que se quedó, literalmente, a cuadros. Era como estar en Nueva York, nos explica sin detallar afinidades.
Paco manosea cuatro catálogos de cruceros. Yo pregunto si es posible que filme allí dentro de la agencia. Le explico que estamos haciendo una especie de reality sobre la vida de este hombre y que si no le importa me gustaría filmar la escena. Me dice(toqueteándose el pelo) que es preciso verificar con el encargado.
“¿Con Jennifer?” pregunto con la cámara en la mano.
“No, con Ambrosio. Jennifer es supervisora. Supervisora jefe. El encargado o director es Ambrosio”
“El VP” le corrige otra chica en inglés.
“Eso, el VP. El Vice-President”
Una pareja muy acicalada, sobre todo ella, conversan con otra dependienta. Ellos no tienen necesidad que les muestren catálogos pues se los saben todos. Dos cruceros por año. Ultimamente se fijan más en la naviera que en el crucero en sí. El Caribe prefieren no tocarlo. Peninsular & Oriental si les dieran a elegir. Mejor armadores de barcos que no empresas como la Royal. Armadores de toda la vida.
“¿Y el Queen Elizabeth?”
“Con la Cunard hemos topado” dice el hombre jugueteando con el bastón que sujeta sobre las piernas. “Con la Cunard hemos topado” dice sonriéndose como si él y la Cunard fueran grandes conocidos.
La dependienta le facilita unos folletos sobre el Queen Elizabeth.
“¿Pero qué hacen ustedes vendiendo viajes de la Cunard? Yo creía que ustedes vendían cruceros. En la puerta pone que aquí solo se venden cruceros” dice el hombre sonriéndose como si estuviera contando un chiste, para alborozo de su mujer. La dependienta no sabe qué decir. El hombre se ha quedado callado, con la misma sonrisa en la boca, esperando que alguien adivine la adivinanza. La dependienta sonríe de vuelta.
“Pero cómo me venden algo de la Cunard en esta tienda de cruceros, de cru-ce-ros. Los barcos de la Cunard, el Queen Elizabeth, el Queen Mary 2 y el Queen Victoria, son trasatlánticos que no cruceros. No nos engañemos. Liverpool-Nueva York-Liverpool. Cruzan el Atlántico. Trasatlánticos. Barcos como los que ya no se hacen eso sí. La Cunard. Edward y Samuel Cunard”
Más allá de las mesas donde las dependientas atienden a los clientes, al fondo del pasillo, se divisa otra estancia donde las chicas tienen una mini cocina donde hacerse café y guardar cosas. Se ve una especie de aparador donde yace un bote de mayonesa Heinz.
El hombre y la mujer de al lado siguen hablando de la Cunard. Paco tiene tres catálogos delante. Va ojeando uno a uno. La chica le ha dicho que dependiendo del precio y el destino que quiera, que ella le encontrará uno a su medida. Paco ha pronunciado, con voz de ultratumba la palabra “Alejandría”. Yo sigo esperando a que aparezca el VP, señor Ambrosio.
La chica le dice a Paco que antes de elegir un crucero es fundamental preguntarse por qué se quiere ir a ese crucero. Y no solo por qué el crucero. Para qué el crucero. ¿Para qué se quiere el crucero? ¿Para recobrar el romance en la pareja? ¿Para encontrar nueva pareja? ¿Para alejarse de todo? La dependienta, con la mirada, coge a Paco de la solapa y le dice que antes de escoger el crucero que le diga por qué y para qué el crucero, y dependiendo de la respuesta ella le aconsejará.
Paco está a punto de comenzar a explicarle sobre su mujer, una tal Francisquilla, y una clínica de fertilidad con técnicas in-vitro cuando me levanto de la silla y le hago un gesto para que no diga nada, al ver salir de una oficina a quien se supone es el gerente de la agencia, el VP, el hombre que daría el visto bueno para que pudiese grabar allí dentro, el señor Ambrosio. Le digo a Paco que no le conteste a la dependienta de momento porque esa es una conversación que quiero grabar.
Un hombre alto, robusto, campechano, parecía de pueblo. Me invitó a su oficina donde me ofreció un café. Se interesó por el reality, me preguntó por trabajos pasados. Me contó sobre empleos anteriores de su parte y me dio su opinión acerca del mercado audiovisual. Llevaba un reloj Seiko plateado. En mitad de su explicación sobre la televisión y la programación de hoy en día le dio un ataque de tos que duró unos veinte segundos y que yo hubiese dado lo que fuera por haber podido grabar.
Al señor Ambrosio le hace mucha gracia que le hayan puesto el cargo de Vicepresident (me dice sobre-pronunciando el inglés). Me dice que estos americanos son la polla luciendo una de las sonrisas más llenas de dientes jamás vistas. Se levanta a la cocinilla para traer dos cafés. No me pregunta si mi compañero Paco quiere otro. Paco sigue hablando con la dependienta quien le enseña crucero tras crucero. Antes de volver con los cafés, Ambrosio le grita a una dependienta de nombre Diana recriminándole que se haya dejado el tarro de la mayonesa fuera de la nevera.
Son de máquina. Me dice que la pusieron hace unos meses para ofrecer café a los clientes. Me dice que se ha acostumbrado al vaso de plástico de tal manera que ahora el café en taza le sabe raro. El color blanco del vaso de plástico cautiva mi atención. Es un blanco atonal, un blanco sin ángulos ni esquinas. Ambrosio sigue hablando y yo me pregunto para qué y por qué un crucero. No en el caso de Paco, la decepción del bebé que no llega, sino en otro plano. En un plano más profundo. Por qué la elección. Por qué la dependienta y el café y la conexión del blanco del vaso y de la mayonesa Heinz. Ambrosio está a punto de darme el ok para grabar siempre y cuando solo le saquemos de su lado bueno y ofrezcamos una visión honesta y comprometida de su agencia de viajes. “Esto puede tener parangón en los Estados Unidos”, me dice. “Esto puede traer cola allá donde tenemos a los Managing Directors y a los CEOs y a los Division Managers”, dice gesticulando, ironizando grandeza. “Esto bien mirado podría traer cola. ¿Dónde dice usted que se emitirá este documental? ¿En qué cadena?”
Desecho los planos directos. Desecho grabar posicionado detrás de Paco enfocando las dos cabezas, una de frente y otra de espaldas. Desecho el plano lateral directo por cierto sentimiento de insuficiencia. Los planos no me convencen. Ambrosio el VP sugiere construir una especie de castillo de naipes usando catálogos de cruceros y grabar a través del mismo. Las chicas advierten que eso sería fantástico, que vaya idea más genial, que vaya mente la del Vicepresident, qué creatividad.
Les dejo una grabadora. La dejo encima de la mesa y le pido a Paco que cuando le haga la señal desde la calle que le de a grabar y que comiencen con la conversación. Paco me dice que si la pone en este sitio, detrás del codo, que así no saldrá en el plano y que será mejor, ¿no? En la calle la luz no molesta. Creo que el sonido de la calle podrá ayudar a perfeccionar la escena. Los coches que pasan y las voces que también pasan, conversaciones que van en movimiento porque tienen piernas. Decido no mutar la cámara y usar luego el sonido de la calle como ritmo que acompasará la conversación entre Paco y la dependienta.
Antes de empezar a filmar, Ambrosio me dice que lo mismo él se mete en su despacho pero que durante la grabación saldrá fingiendo tener que hablar con las chicas, fingiendo dar instrucciones sobre alguna oferta o algún pedido o alguna nueva técnica de venta a seguir. Eso, me dice el VP, otorgará mucha realidad a la escena. Ambrosio me pregunta si es realismo lo que busco en mis filmaciones y no sé bien qué contestar.
En la calle, enfrente del escaparate, el plano es perfecto. Entre los pósters con las ofertas que seducen al viandante, se ve a Paco y la dependienta quienes me miran para ver si ya pueden empezar con la conversación. Ajusto el plano, acerco la imagen, respiro hondo y les doy el ok. Paco le da a la grabadora y comienzan un diálogo que solo escucharé cuando llegue al hotel y me ponga a editar.

“Por qué y para qué el crucero?”
“Bueno, verá usted. Aquí hay un problema de fondo. Yo no soy un tipo al que le gusten las aglomeraciones ni mucho menos las cosas estas, los cruceros, tan organizaos y tan estructurados. A ver, que lo del buffet libre bien, que eso anima, y lo de tener un gimnasio con vistas al mar donde sudar un rato. Porque yo el gimnasio no lo había pisao en mi vida, pero de un tiempo a esta parte, bueno, fue la Francisquilla, mi mujer. Cuando empezamos con lo de la inseminación in-vitro, con el programa, mi mujer se empeñó en que hiciera deporte porque según los médicos eso de estar en forma podía influir de manera positiva en conseguir que el embarazo saliera adelante. Yo todavía no lo tengo muy claro. O bueno sí, sí que lo tengo claro. Me parece una memez. Ya ves tú, qué tendrá que ver estar en forma con el semen de uno. Si el semen es bueno y lleva mucho esperma será bueno independientemente de que uno pueda correr los mil quinientos en qué sé yo cuantos minutos. ¿Me explico? Pero bueno, hoy en día el deporte y la meditación y su puta madre es muy recomendable para mejorar en todo. Calidad de vida que le dicen. Hay que joderse. Pero bueno, eso, que la Francisquilla se empeñó y usted porque no la conoce pero esa mujer es soberana cuando se le mete algo en la cabeza. Hizo falta ir al Corte Inglés, no te digo más. A comprarme un chandal y zapatillas de hacer deporte y pantalones cortos de marca. Luego me apuntó en un gimnasio donde hizo falta explicarle al monitor que un servidor estaba ya bastante pasao de rosca, con mucho tabaco encima, con mucho güisqui y mucho trasnoche. Pero bien, el chaval bien, muy majo. Me dijo que lo haríamos poco a poco y mira, empezamos andando, luego corriendo un poco, luego hicimos pesas, luego pasé a ir tres días por semana, me compré unos cascos para escuchar música, me puse mis rutinas y oye, que la cosa funcionó, que de alguna manera me enganché y ahora necesito el gimnasio de la misma manera que antes no lo necesitaba. Entonces ver esto de que en los barcos tengan estos gimnasios tan bonitos, pese a que no me gusten las aglomeraciones, bueno, un aliciente”
“¿Y la causa primaria del crucero?”
“La causa es mi mujer, la Francisquilla, el in-vitro este de los cojones que nos lleva fritos. ¿Usted sabe que les pinchan hormonas para que les suba no sé qué y se vuelven loquitas como si tuvieran ataques de regla cada dos por tres? Unos gritos por nada, una tensión, unos lloros. Las hormonas esas no pueden ser buenas, sean para lo que sean”
“¿El crucero como calmante?”
“No, como calmante no, como plan B. Por eso le digo que si tiene cruceros a Alejandría que mucho mejor”
“Alejandría”
“Aunque allí no vaya la Royal Caribbean ni los barcos tengan cuarenta piscinas ni puticlub, ¿me entiende?”
“Alejandría”
“Alejandría como plan B”
“¿Por si acaso?”
“Sí, algo así. Es más que nada por la Francsiquilla, ¿sabe usted? La mujer actúa ya como si fuera madre y bueno, el programa que llevamos con el Doctor Espinosa está ya en la recta final pues según él, seguir intentándolo más veces podría ser muy contraproducente para la Francisquilla, el cuerpo no podría aguantar tantos intentos, sobre todo por lo de las hormonas. El día dieciocho es el día D que le dicen, y justamente cae el día de antes en que tenemos que matar a la niña Ana María, ya ve usted, y si lo uno falla necesito de un plan B”
“Una especie de segundo premio”
“Sí, un premio de consolación que no incluya a la Royal Caribbean ni el Engendro de los Mares o como se llame el barco ese con su parque de actividades para niños con padres a los que sí les fue bien lo de la in-vitro, ¿me entiende?”
“Y por eso Alejandría”
“Por eso y porque yo siempre he tenido curiosidad, debilidad, lo que sea por la ciudad esa. No sé qué pinta tiene, no sé a qué se parece. Sé que está en Egipto, sé que ya no es lo que fue. Pero me tira. Es el nombre que suena a historia, que suena a imperio venido a menos, a ciudad oxidada, con tufillo, ¿me entiende usted?”
“Alejandría”
“Alejandría siempre y cuando haya cruceros a Alejandría”
“Como plan B”
“Como plan B sí, porque la Francisquilla ya no habla de otra cosa que no sea el bebé que no ha nacido, el bebé que está por nacer, el bebé que según el Doctor Espinosa tiene un 15% de posibilidades de que se haga realidad. Y aunque Alejandría no sea la solución ni sirva de eso que usted ha dicho…”
“Segundo premio”
“Sí. Segundo premio, premio de consolación, medalla de bronce”
“Alejandría como medalla de bronce”
“Alejandría como el diploma que le dan al cuarto en las olimpiadas. Algo así”
“Alejandría como mal menor”
“O como huida. Algo que la saque de la ciudad y de la planta de niños y bebés del Corte Inglés donde ahora mismo la tienes merodeando por los pasillos, mirando vestiditos de niña, trajes de marinero de niño, patucos, biberones, cunas, libros de pedagogía”
“¿Tiene nombre ya?”
“Jacobo si es niño y Esmeralda si es niña”
“Bonitos nombres”
“Si usted lo dice”
“Pues cruceros a Alejandría que yo sepa solo hay uno. El barco es pequeño. Escalas en Tánger, en Argel y no sé dónde más. Tengo que mirarlo. Casi nadie pregunta nunca por Alejandría”
“Pues mírelo haga el favor”
“De momento creo que la única salida esta al caer y si no me equivoco coincide con las fechas que me estaba usted diciendo”
“¿Qué fechas?”
“Eso que me ha dicho de la niña que van a matar”
“Ana María”
“Sí. Mire, mire aquí. El barco sale de Barcelona el diecinueve”
“¿A qué hora?”

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