Thursday 29 December 2011

TARDES CON TERESA (BACHARACH RUMANÍA)

Resulta que llevaba mal aquello de ser vecino de Ana Obregón y Jeremías Johnson, la una tan distanciada del otro, modelo, cantante, escritora, presentadora de televisión, vedette, y luego por otro lado Jeremías y su casa de madera en las montañas de Yellowstone. Ambos se habían mudado al edificio en el que vivía el camarero del Bar Bacharach, en el piso tercero del viejo inmueble de la Calle los Escolásticos, en el barrio de la Química. El hombre había coincidido con ambos y les comentaba acerca de su nuevo proyecto, montar otro Bacharach a las faldas de los Cárpatos, en Rumanía. Llevar el mobiliario no sería un problema, la logística si no llevaba prisa saldría barata. Los camareros al igual que la música serían importados. Jeremías se ofreció para ayudar con el trabajo de albañilería. Ana Obregón no podría acudir, tenía citas varias con un dentista de Bilbao. El camarero del Bacharach dudaba si en Rumanía habría hora límite para cerrar el local. En Zaragoza le resultaba difícil echar a la gente. El carácter del hombre del Cárpato sería distinto, más comprensivo, menos embriagador, más dubitativo si se quería. Ana Obregón y Jeremías Johnson habían solicitado ambos una tostadora. Ninguno de los dos tenía. Habían llamado a la puerta del piso del camarero del Bacharach demandando que si fuera posible, como amigos, en tono jocoso, que bueno, una tostadora serviría de puente al mordisco. El camarero del Bacharach y pese a no tener mucho pelo, decidió prestarles no solo una tostadora sino también pan, mantequilla y mermelada de frambuesa. Bien mirado que pasaran dentro y él mismo les preparaba las tostadas, estaba acostumbrado a servir. Una vez que los tuvo sentados les sacó el plano del local a construir a pies de los Cárpatos. Quería saber su opinión. Lo había recibido esa misma mañana, por envío urgente. El arquitecto se había disculpado por no acudir en persona. Amablemente había mandado un dvd en el que aparecía él mismo, sentado a su mesa, con el plano, explicando por partes las secuencias del mismo, los porqués y los cómos de cada partición, de cada puerta, de cada peldaño. A Ana Obregón le hacía gracia que Jeremías Johnson llevase la camisa que llevaba en ese momento, con la de oferta que había. También le hacía gracia la manera con la que masticaba la tostada con mermelada, acercándose de cuando en cuando los dedos a ras de los labios, con una delicadeza teatral y exquisita

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