Sunday 5 February 2012

THE HOURS

Si no era por el celofán, joder, ni por lo otro. Era esa manía que tenía de rascarse a deshoras, sin que hiciera falta, el picor mental, las pocas ganas de bajar abajo y poner la mesa, sacar los platos de la vajilla antigua, la del arreglo floral incrustado que tanto le recordaba a la casa de campo en los años cuarenta, aquel semi feudalismo donde todo se metía en conserva, la leche con nata, el pan duro, las montañas de trigo. Se rascaba como respuesta a estímulos externos. Se rascaba como para defenderse de sí misma. Según el estímulo, según la frase que el joven Jonathan hubiese recitado o según el mensaje, si tuviese que ver con un pago o con una cita, ella se rascaba en el hombro o en la espinilla. Cuando se rascaba en la espinilla, primero se bajaba el calcetín. Se sentaba en cualquier sitio, en el bordillo de una acera, sobre el borde de una fuente, y doblaba la pierna acercándose el pie. A veces se rascaba porque había levantado la vista y descubierto una chimenea en el momento preciso cuando comenzaba a vomitar humo. Otras se rascaba porque el semáforo había cambiado mientras cruzaba o porque en una peluquería habían encendido un secador justo cuando iba a preguntar la hora. Se rascaba como se rascaría una mosca. También fumaba por fumar, y veraneaba en la costa cada primera quincena de cada mes de Agosto, sin ganas pero sin reparos, dejándose llevar por la cuesta abajo y el bocadillo previsible, las tortillas de claroscuros, la sonrisa de Erica, el Don Juan jugando a las sombras chinescas. Matilde era muy friolera. Se ponía vaqueros y jersey encima del pijama. Tenía un jersey de lana a rayas que según ella se agrandaba a las dos horas de haberlo llevado puesto. Luego lo guardaba en el cajón y al día siguiente había menguado milagrosamente. A Matilde le gustaba pensar en voz alta

No comments: