Friday 29 July 2011

PHOENIX AVENUE

Qué hacer con la semilla justo ahora que Carla se había puesto a hacer preguntas del orden del progreso, de la vista larga, preguntas que incluían años próximos, porvenir, planes, verbos condicionales, oraciones subordinadas, posibilidades que había que plantearse. Qué hacer con la semilla ahora que se empezaba a estar mejor, ahora que después de la primera tanda de deportaciones se podía respirar, se podía bajar por Phoenix Avenue y entrar en cualquiera de aquellos bares a comer costillas con salsa de barbacoa sin que uno se sintiera mal del todo, sin todas aquellas miradas de reojo y aquellas almas que deambulaban por la calle de atrás donde se sacaban los huesos a los contendores. Entrar en Wendy’s o en The Blue Oyster y sentarse en una mesa que estuviese cerca de la ventana, el mantel a cuadros, el menú plastificado, los dibujos donde las porciones cobraban brillo, el bote de kétchup junto a la mostaza, el primer café, el segundo café, el tercer café, y esa mirada que avistaba viandantes justo por encima de la taza, esos ojos furtivos que buscaban otros ojos furtivos a los que agarrarse, esa sed de complicidad, esa radiografía de una urbe que cambiaba con los tiempos, donde ya no se pedían tortas con sirope, donde uno se conformaba con el perrito especial o la hamburguesa sencilla o si acaso las costillas y las patatas con queso. Por mucha semilla que uno tuviese en el bolsillo estaba ese transistor que siempre sonaba en el Blue Oyster y a través del cual se escuchaba música porteña, el canal nostalgia, algo tan improcedente como el nombre del local, la ostra azul, semejante nombre para tan pequeño café sin ostras ni mejillones ni nada por el estilo.

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