Monday 9 January 2012

EL TELEPÁTICO PODER DE LA CARNE AHUMADA

Los zapatos en el trastero y la casa por barrer, decía nuestra santa abuela quien solía sentarse en el corral, en la silla de mimbre, a pelar judías verdes. Luego por las tardes jugábamos a la Fuga de Logan y ya a la noche comíamos bocadillos de Nocilla con jamón de york. Nunca jugábamos al Señor de los Anillos ya que por aquel entonces desconocíamos la existencia de semejante trilogía. Jugábamos a indios y vaqueros, a vacas, a pie tute re-tute, y de todo aquello nos viene ahora esta aprensión por la comida enlatada, por la ensalada de frutas y los tentempiés de agosto, léase el gazpacho de Huelva, el salvoconducto tropical, el mordisco del pez mesa-camilla. Solíamos llamarnos usando nuestros nombres de pila. Hablábamos en voz alta y se nos clavaban astillas en el dedo pulgar. Nos manteníamos ajenos a cualquier tipo de alimento que hubiese sido embadurnado en mahonesa. No nos gustaba que el pimiento rozase con la chuleta o que las noches de agosto vinieran sin pelar. Ahora miramos hacia adelante y pensamos sin más remedio en gente como Cesar Vallejo, en el Obispo Elías y en toda la puta madre que parió al cordero

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