Sunday 5 August 2012

MEDIODÍAS MERCEDES BENZ

Un socio numerario de la cadena de producción literaria, creaciones Salchichas de Pollo (no se lo lleven en bolsa de plástico, llévenselo en papel de periódico, tiradas viejas del 99 al 2001, los años sin noticias dignas de ser guardadas), escribe desde la planta 17 del Salchichas de Pollo building en Union Square, San Francisco, Ca. Escribe para ti que llegas a casa sin ganas de mucho, para ti que tienes calor, que te suda la espalda, que no vas a salir ni a ver la tele, que has puesto agua a hervir y chequeas con desgana y con la intermitencia de un semáforo tus mensajes del móvil, tus whatsapp y tu twitter. Te levantas y abres la puerta de la nevera. Te comes una loncha de jamón de york sin pan. Vuelves al salón, te sientas en el sofá y sigues leyendo sin grandes pretensiones. No esperas que te inspire. Te planteas leerlo durante dos páginas, dos páginas y medio max. Desconfías del tono de voz usado. Dudas si poner el Ipod o leer en silencio. Al final pones el Ipod porque el piso en el que vives y la ciudad donde está ubicado no hablan en voz baja y lo mismo molesta ese silencio prefabricado. Dudas sobre qué poner. Al final pones BTTB de Ryuichi Sakamoto. Te vuelves a sentar y vuelves a leer estas palabras. Vuelves a leer el mismo párrafo tres veces. Lo entiendes pero no le ves la gracia. Sigues leyendo y descubres que el personaje también es una mujer que vive sola y que está atravesando una mala racha después de una separación complicada y un suicidio en la familia. Te has vuelto desconfiada lo mismo que la protagonista de estas líneas. Te sabe mal que el autor no le haya puesto nombre. El hecho de que compartas características te lleva a imaginarte a ti misma de protagonista. Ella también está en un piso y en ese momento también tiene calor. No hay gato en el piso. En los dos pisos suena la misma música de fondo y el mismo timbre. Dejas el libro abierto, boca abajo, sobre el sofá, en la página 35 y te levantas a abrir la puerta. No miras por la mirilla. Abres la puerta y muestras leve desconcierto porque no me conoces. Me miras de arriba abajo. Desconfías de que esté allí para venderte algo. También desconfías de tu propio destino, del hecho de que sea yo, el mismo que está escribiendo las líneas de este libro que lees. No me preguntas nada, me dejas pasar como si fuera inevitable. Caminas detrás de mí. Conozco el piso a la perfección porque soy yo quien lo ha descrito. Me acercó a la cocina (tú sigues a dos pasos detrás) y abro la nevera. Me como una loncha de jamón de york. Te pido que me acompañes a la ventana. Vienes sin decir nada. Caminas estirada, dando pasos muy cortos. Te plantas junto a mí. Casi nos rozamos hombro con hombro. Asomados a la ventana yo señalo en dirección a un hombre que está sentado en uno de los bancos de la plaza. Te digo que ese hombre se llama Antonio y que ahora mismo va a llamarte. Me preguntas la razón por la que va a llamar. Te suena el móvil. Contesta.

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