Wednesday 12 October 2011

EL CORDÓN DE LA 58

En según qué zonas de la ciudad estaba terminantemente prohibido tirar bombas de racimo, sobre todo en cualquiera de las calles que componían el núcleo del barrio donde Jordascum pintaba composiciones modernistas en su estudio de Barrington Street. Un poco más allá del canal y sobre todo en cualquiera de los barrios del cordón de la 58, allí sí, ahí sí que se le había concedido permiso a la artillería enemiga para bombardear y no sólo con bombas de racimo sino también con cohetes “Skud” y similares. Del estudio donde Jordascum pintaba más de veinte horas diarias se esperaba un resultado transversal, algo que fuese más allá de la pintura, el resultado del proceso de una mente exhausta unida a la composición química que se le otorgaba por vía oral, sin prescripción médica y sin más cuidados que el temor que su novia parecía soportar. Se habían llevado las llaves de VW Golf y le habían suprimido cualquier tipo de complejo vitamínico. En la licuadora y dos veces al día, el Doctor Rasmussen le servía la dosis que en teoría tendría que acercarle a Rembrandt, Van Dick, Durero, Picasso y Botticelli. El general Sir Edmund Castor-Green había dado órdenes a su homologo Richard Staublin de bombardear sobre todo al mediodía, en toda la zona de la 58, justo donde la familia de la novia residía. La medicación del Doctor Rasmussen junto al dolor que la novia sufriría más el agotamiento en su grado justo y los rayos uva que se le aplicaban al pintor cada tres horas, formarían el caldo de cultivo perfecto para engendrar el cuadro de los mil millones. Pese a que el General Staublin no estaba seguro del proceso y menos del acuerdo alcanzado por aquella especie de mano invisible que tejía y destejía la guerra a su antojo, la corporación de los grandes almacenes, el señor Rohl, la señora Rohl, los marqueses del otro lado del charco, el cable de Rusia y los intereses árabes, imponían y decidían y donde mandaba patrón no mandaba marinero. A los pilotos se les daban las órdenes que se les daban sin tener que dar explicaciones a cambio. El señor Laprass y su ayudante Edmont Dupre habían sido contratados como técnicos y especialistas de campo. Se les había entregado la llave del apartamento contiguo al estudio y tenían la ardua y pesada tarea de escribir extensos y minuciosos informes cada vez que Jordascum ejecutaba una pincelada

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